Litus (***)

Adiós a un amigo
Un grupo de amigos se reencuentra varios meses después del suicidio de Litus, con el que todos habían tenido relación. Durante esa tarde, en el espacio de un par de horas, saldrán a relucir secretos y tensiones guardados desde años atrás que afectarán de manera desigual a todos los personajes.
Después de dos comedias de encargo que dejaron buenos emolumentos en la taquilla, el barcelonés Dani del Olmo ha firmado su película más personal y también la de mayor valor artístico. Si a sus treinta años es capaz de conseguir un trabajo tan interesante, esperamos que el futuro le depare un ascenso meteórico. Se trata de una adaptación de la pieza teatral de Marta Buchaca que ambos se encargaron de versionar para el celuloide. Seis personajes se reúnen durante un par de horas para honrar a un amigo fallecido meses atrás.
El responsable del filme se ha preocupado, a veces en exceso, que no se note la procedencia teatral de su guion. Para ello se ha empleado en planos y contraplanos, moviendo generosamente a sus actores e, incluso, ofreciendo salidas al exterior. Alguna de ellas más gratuita que otras, y mostrando sin rubor otras dependencias, aparte del salón, del enorme piso que compartían el fallecido, de nombre Litus, y el que fuera en vida su mejor amigo, Pablo -Alex García-.
Una furgoneta de tipo van se estrella a toda velocidad contra un muro. Imposible que fuese a doscientos kilómetros por hora, como se afirma posteriormente en el texto. En una amplia sala de estar decorada profusamente se encuentra Marcos -Adrián Lastra- cuando hace acto de aparición Pablo, que le recrimina su dejadez ante la llegada próxima de más gente. La primera que aparece es Laia -Belén Cuesta-, quien fuera novia del finado. Después lo hará su compañero de aventuras musicales, Pepe -Miquel Fernández-, que ha conseguido un triunfo sin precedentes desde que actúa en solitario y se hace llamar José-
El hermano de Litus es Toni -Quin Gutiérrez- que afirma tener en su poder una serie de cartas dirigidas a todos ellos, pero que no las entregará hasta que llegue Su -Marta Nieto-. Ella fue la novia de Marcos, un personaje deprimido que ahonda en su negatividad. Se ha quedado sin trabajo y el romance puente con Sonia se ha esfumado a causa de una infidelidad de ella. Como el resto, debe mucho a la amistad de Litus. Cada cual tenía cosas que agradecerle, pero a lo largo de la conversación también aparecen reproches.
A unos, como a Pepe, capaz de llenar el Palacio de Deportes con sus conciertos, le ha ido mucho mejor, aunque lo eche de menos. Laia, por ejemplo, se ha unido sentimentalmente a Toni y Su está preparada para casarse con otro hombre después de haber roto el corazón a Marcos. En medio de la ecuación se sitúa Pablo, quien defiende por derecho al que fuera su mejor amigo y con el que compartía un piso lleno de connotaciones musicales. Sucede que, a veces, unas verdades incómodas, o simplemente posverdades, nos hacen reaccionar y tener una idea más acorde de la persona que se fue.
Los diálogos fluyen con naturalidad y alcanzan cierto clímax en ocasiones. Funcionan mejor los recuerdos hacia el difunto que los posibles rencores mantenidos en segundo plano. La tensión es evidente y, por momentos, alcanza un nivel cinematográfico importante. Probablemente, sea demasiado forzada la secuencia de exteriores que atañe a Tony Pepe. En este sentido, la que protagonizan Marcos y Su en la puerta de la calle es mucho más efectiva y alcanza una carga dramática mayor. Un pasaje de desamor, que es una de las constantes del argumento.
Existe cierto paralelismo con Los amigos de Peter, rodada por Kenneth Branagh en 1991. El guion no lo oculta y lo referencia. En aquel caso cada cual podría reconocerse en algunos de los personajes. En la propuesta de Dani del Olmo son los treintañeros quienes se identifican con los suyos. Litus se suicida no porque tenga problemas. Lo hace por la escasa esperanza que le depara el futuro. No quiere deudas, ni facturas, ni desengaños. Se quita la vida porque lo único que puede pasar con ella es ir a peor. Un mensaje absolutamente pesimista para las generaciones jóvenes actuales que un reparto eficiente se preocupa de valorar.
La partitura de Dani Trujillo se encarga de suavizar los momentos de mayor intensidad, sirviendo casi constantemente de colchón. El tema de Iván Ferreiro que cierra el montaje, interpretado por Miquel Fernández en la madrileña sala Clamores, acusa la pausa connatural de la puesta en escena. Probablemente, podrían haberse adelantado los títulos de crédito mientras la canción seguía sonando.