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La odisea de los giles (***1/2)

26 noviembre 2019

De corralito a corralito

Un grupo de vecinos de una pequeña localidad se enteran de que el dinero que habían provisto para iniciar un negocio ha ido a manos de un abogado sin escrúpulos. Tras enterarse donde están las divisas disponen un plan para recuperar lo que es suyo y donar el excedente a entidades benéficas.

Nos situamos en 2001, fecha muy importante para los argentinos porque los problemas económicos del país dieron como resultado el célebre corralito bancario impuesto por el Gobierno de Fernando de la Rúa. Esto es, la restricción de la libre circulación de dinero en efectivo de plazos fijos y cuentas corrientes. Una situación dramática que sin embargo fue tratada desde un punto de vista cómico por Eduardo Sacheri en su novela La noche de la usina, que se alzó con el Premio Alfaguara en 2016.

Por tercera vez consecutiva, el cineasta Sebastián Borensztein cuenta con Ricardo Darín como estrella de una función entretenida que mantiene un tono lineal de cinismo a lo largo de toda la proyección. Se ayuda inicialmente de una voz en off para presentar a los protagonistas, capitaneados por Fermín Perlassi, un ex futbolista que una vez marcó un gol en la máxima división. Desapercibido para la gran mayoría, se trata de una leyenda deportiva para su pequeña comunidad que incluso le ha dedicado una estatua. Ahora regenta junto a su hijo Rodrigo -Chino Darín- una gasolinera acompañada de un pequeño establecimiento.

Su idea pasa por recuperar un antiguo almacén de grano que podría proporcionar muchos puestos de trabajo a la comunidad. Para ello necesita 2.500 dólares que se afana en buscar mediante donaciones entre amigos y vecinos. El más significativo es Antonio Fontana -Luis Brandoni-, que posee un negocio de recauchutados. Cuando disponen más de la mitad del dinero necesario deciden solicitar un crédito por el monto restante, justo el día antes de que se imponga el corralito. Aparentemente, todo se ha perdido.

Tras la muerte de su esposa -Verónica Llinás-, Fermín queda sumido en una absoluta depresión. Llega entonces la noticia. Fontana se entera de que su dinero ha ido a parar a manos de un abogado sin escrúpulos, Fortunato Manzi -Andrés Parra- quien, en connivencia con el director de la sucursal sacó todas las divisas disponibles en la entidad crediticia para almacenarlas en una bóveda que se hizo construir en un paraje de difícil acceso en una de sus propiedades. Un corralito muy particular y sin restricciones

Los vecinos y amigos estafados deciden apropiarse de lo que era suyo. Al fin y al cabo, quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón. El resto, porque se supone que sería una cantidad más importante, sería donado a entidades benéficas. Naturalmente, ninguno es profesional a la hora de birlar lo ajeno, y deben tratar un plan de acción. Las dificultades se van apilando a medida que avanzan en sus intenciones, principalmente debido a una alarma de última generación instalada por el letrado en torno a su valioso depósito. La aventura se presenta cada vez más complicada, pero deciden persistir en el empeño.

Sebastián Borensztein firma su mejor trabajo tras las cámaras, auxiliado por un buen guion que captura el sentido gamberro del texto literario. Es verdad que tampoco busca mayores compromisos y la película peca de cierta ingenuidad. No abundan los momentos estelares, lo que tampoco significa que no consiga su propósito. Es indulgente y permite que todos disfrutemos con la aventura de estos giles. No son fracasados, puesto que el diccionario los define muy bien. Proveniente de los gitanos españoles, el vocablo se aplica en la Argentina a las personas lentas o incautas. Podríamos calificarlos de perdedores.

Cumple también un elenco formado por actores y actrices cuajados que suelen enriquecer los papeles de que disponen. Darín y Brandoni forman una pareja que se entiende a la perfección, como quedó demostrado en la serie Mi cuñado, que ambos protagonizaron en los noventa. Además, la primera participación conjunta entre padre e hijo, Ricardo y Chino, que firman también como productores, no puede ser más exitosa. Demuestran que su compenetración va mucho más allá de la vida real.

Federico Jusid, un acreditado compositor del cine argentino demuestra su talento con unas notas tan pegadizas como adecuadas. Un detalle más que viene a confirmar el éxito de una película que superó en muy poco tiempo la cifra de un millón de entradas vendidas para situarse al frente de las producciones nacionales en 2019. Lógico, porque se ha conseguido un resultado complaciente y amable que, junto a El cuento de las comadrejas, se enmarca en un género diferenciador y optimista que resulta siempre grato al espectador.

From → Cine

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