Puñales por la espalda (Knives Out) (****)

Un tobogán de sorpresas
Un exitoso escritor de novelas de misterio aparece degollado a la mañana siguiente de su cumpleaños. El caso apuntaba un suicidio si no fuese por la presencia de un famoso detective. Sospechando que se trata de un asesinato comienza a recabar pistas entre los allegados al fallecido.
De repente, se presenta una película escrita y dirigida por Rian Johnson, responsable de la última entrega de Star Wars: Los últimos Jedi y a quien se le ha encomendado la próxima trilogía galáctica. Se dice, además, que se trata de una propuesta de misterio que rememora los textos de Agatha Christie o podría remitirnos al juego del Cluedo. El hecho de que la acción transcurra en una especie de castillo victoriano aventuraba una obra coral con algunos cabos sueltos y una predisposición a hermanarla con un texto teatral.
La película es todo lo contrario a lo que se pudiera pensar inicialmente. Revitaliza el género aportando modernidad gracias a un guion muy bien entrelazado y a una gran narrativa fílmica que está muy por encima de las propuestas anteriores de Johnson. Incluso, presenta una secuencia final que figura por derecho propio entre las mejores de los últimos años. Y eso, sin contar momentos puntuales de gran cine servidos por un texto salpicado de agradecidas notas de humor que permite lucirse a un reparto entregado a la causa.
Estamos ante un relato coral que comienza por un recorrido hasta la segunda planta de un imponente caserón lleno de objetos que evocan todo un mundo misterioso. Así, hasta que el ama de llaves, Fran –Edi Patterson-, descubre el cuerpo sin vida del rico propietario, Harlan Thrombey –Christopher Plummer-, un exitoso autor de novelas de intriga que, aparentemente, se ha degollado. Todavía mantiene la daga en su mano mientras que, a en su domicilio, Marta Cabrera –Ana de Armas- tiene pesadillas con lo sucedido. Era la enfermera del difunto y es reclamada, junto al resto de la familia, por una pareja de policías encabezada por el teniente Elliot, de quien se encarga el poeta y rapero Lakeith Stanfield.
Conocemos uno a uno a todos los familiares de Harlan gracias a las primeras pesquisas. Todos parecen encantadores, hechos a sí mismo y cariñosos, pero hay una figura en la oscuridad por la que todos preguntas y que finalmente sale de entre las sombras. Se trata de un afamado detective llamado Benoit Blanc -Daniel Craig-, cuyo nombre de origen francés evoca a Hércules Poirot. Por medio de sus interrogatorios llega a la conclusión de que la balsa de aceite que parecía conformar una familia que ejemplar es en realidad una tormenta casi perfecta. Cada cual tiene motivos suficientes para haber asesinado al patriarca. Blanc mantiene que es muy difícil que una persona se corte el cuello.
La cámara de Johnson se desplaza con mimo o se asienta con diferentes planos que, unido a la vertiginosidad de los acontecimientos, no dejan que desviamos la atención un solo instante de esta comedia de intriga coral llena de alicientes. Walt –Michael Shannon- dirige la editorial, pero no puede liberarse del yugo de su padre. Su esposa Joni –Toni Collette- ha estafado a su suegro y ambos tienen una hija de apariencia gótica. Linda –Jamie Lee Curtis- es la única hija del muerto. Se trata de una empresaria triunfadora que está casada con un tipo poco fiable, llamado Richard –Don Johnson-, quien protege a su hijo, un cerebrito que se aísla para centrarse en su mundo particular. El hijo menor es Ranson –Chris Evans-, un viva la virgen detestable en su comportamiento.
Blanc sospecha de todos y cada uno de los miembros de la familia. Entiende que Marta Cabrera es un personaje más confiable y le pide que sea su sombra para desentrañar el misterio. Tú serás mi Watson, le dice. La lectura del testamento en el que la presencia de Chris Evans es para enmarcar, puede arrojar algo de luz. El deseo último de Harlan Thrombey no necesita muchas líneas. El casoplón y sus sesenta millones de dólares serán para quien fuera su enfermera. Esa disposición da un nuevo vuelco a la historia. Máxime cuando el espectador sabe un detalle que Marta se encarga de ocultar a duras penas, ya que cada mentira suya va acompañada de un vómito.
En ese momento ya estamos metidos dentro de una vorágine. Un auténtico tobogán de sorpresas que nos obliga a reflexionar sobre lo visto y escuchado hasta ese momento. Cada secuencia depara nuevos datos que incrementan nuestro estupor. ¿Qué es lo que pasa aquí?, dice cada uno para sí cuando se produce una nueva revelación, y a cada paso se nos ofrece una nueva pista, un detalle nuevo que echa por tierra las creencias anteriores.
Todos los componentes del largometraje están diseñados para mayor honra de una espléndida intriga. Nada destaca aparte del texto, la interpretación y una imaginativa puesta en escena que, combinados, huyen de la rutina, el tedio y de las posibles referencias teatrales. La música no enfatiza, ni tampoco una fotografía absolutamente ortodoxa porque se busca que nadie pueda despistarse del hilo conductor. El resultado final desemboca en una de las películas más entretenidas del año. Un filme para ver más de una vez e, incluso, para disfrutarlo con el paso del tiempo.