Spy Cat (Marnie’s World) (**)

Animales sin méritos
Marnie es una gata doméstica aficionada a los programas televisivos de misterio. Aunque nunca ha salido de su casa, plantea su vida como si fuera una detective de postín. Una oleada de robos en las proximidades provoca su intervención junto a la de otros tres animales. Todos ellos desmerecidos por sus dueños.
Puede ser que el nombre de la gata protagonista se inspire en el título de la película de Alfred Hitchcock. En todo caso, el misterio preside esta producción germana dirigida por Christoph y Wolfgang Lauenstein, de quienes hemos visto hace unos meses su último trabajo, Luis y los alienígenas. Esta ópera prima tiene el interés del compañerismo y es muy loable ver a los protagonistas sacar el verdadero yo que llevan dentro, puesto que hasta ese momento se encontraban alejados de la personalidad que se les suponía.
Marnie vive en una casa de donde nunca ha salido. Su ama la mima, proporcionándole sus comidas favoritas y dejándola hacer lo que desee, incluido el visionado de una serie policiaca televisiva que observa repetidamente en su propia habitación. Conoce los diálogos de memoria y ella misma se siente como la agente 00-Cat, teniendo como ayudantes a sus peluches favoritos. Un periscopio es el utensilio que más le agrada y que, junto a su máquina fotográfica le sirve para obtener pruebas de unos delitos que solo existen en su imaginación.
Todo cambia cuando entra en escena el hermanastro de su ama, supuestamente impedido debido a una fractura en ambas piernas. No es más que una tapadera puesto que, por medio de unos artilugios que para sí quisiera el inspector Gadget, es el cerebro y brazo ejecutor de una banda de ladrones. Marnie no es la primera mascota de la casa, puesto que las dos anteriores se encuentran disecadas en un estante donde la protagonista tiene una peana reservada con el nombre de su actual minino de cara al futuro. Mientras, gracias a sus aparejos pone en alerta al recién llegado, quien decide empaquetarla al Polo Norte.
Tras un accidente, la gata se encuentra en medio de la nada. No es la única. Un perro guardián, repudiado por sus dueños por tener miedo a los humanos, está dispuesto a resarcir sus faltas después de haber permitido el robo en su granja. Un gallo atrapado por el yoga que hace caso omiso a las gallinas será el tercer elemento de un cuarteto completado por un asno que trabaja en un circo próximo haciéndose pasar por una cebra. En realidad, el volátil estaba destinado a la cazuela y el equino se tiene por el último escalón en la cadena del espectáculo.
El mundo es muy diferente a como ellos consideraban. Una cosa es ver las aventuras detectivescas en un televisor y otra muy distinta es protagonizarlas en primera persona. Máxime cuando, por una serie de circunstancias, se convierten en los principales sospechosos de los actos vandálicos que se repiten en la zona.
Independientemente de unos personajes cuyos diseños no son los más favorecidos estéticamente, la propuesta está pensada para entretener a los más pequeños. No se incluyen, suponemos, las referencias sexuales a las que hacen referencia las gallinas. A decir verdad, el guion de los hermanos Lauenstein está lleno de concesiones. Los animales prácticamente interactúan con los humanos, cuya policía da más credibilidad a que una gata pueda formar parte de una banda de amigos de los ajeno que el hecho de que un perro pueda conducir un tractor.
Hay algunos gags que resultan graciosos por mucho que parezcan aislarse de una puesta en escena bastante irregular. La pretensión de presentar la historia como si se tratase de un thriller no funciona como se esperaba, aunque los pequeños de la casa, y solo ellos, puedan entretenerse con ella. Una vez presentados los personajes, y sorprendidos por la forma de allanar moradas del hermanastro de la dueña de Marnie, todo parece demasiado convencional o forzado.
El mérito principal estriba en que pueda mantenerse dentro de una línea correcta durante los poco más de ochenta minutos que dura este largometraje. Aun dentro de las licencias que se conceden a los animales protagonistas, el público al que se dirige la puede degustar con cierto entusiasmo. La ingenuidad le sirve, a la vez, como fortaleza y debilidad. Se aprecia un elevado grado de convencimiento en sus responsables, lo que evita que caiga en el mismo saco en el que estaban metidos sus principales personajes al principio de la proyección.