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The Gentlemen: Los señores de la mafia (***1/2)

28 febrero 2020

Guerra por la droga

Un capo británico de la droga intenta vender su imperio a una dinastía de Oklahoma. Su iniciativa llama la atención de otros bandos, que también desean hacerse con el negocio mientras que un investigador quiere sacar una fuerte tajada económica ofreciendo sus conocimientos al mejor postor.

El protagonista, cuya historia se narrará más tarde y que es el mayor capo de la producción y venta de marihuana en las Islas Británicas, dice en el arranque que un rey debe de comportarse como un rey y no parecerlo. De otra forma alguien se podría aprovechar de sus posibles flaquezas. Eso es lo que le pasa a su personaje, Mickey Pearson -Matthew McConaughey- cuando intenta vender su lucrativo negocio de marihuana. Su simple intento desata la codicia de bandas que operan en otros segmentos y de advenedizos jóvenes que quieren coronarse a costa de los veteranos.

Esa es la visión del imperio de la droga en Gran Bretaña tamizada por la personalísima visión de Guy Ritchie. En apenas dos horas se desliza por un tobogán de emociones, ofreciendo giros inverosímiles a cada paso mediante un relato en el que nada parece verdad y todo parece mentira. Con producción norteamericana, bien se cuida de no achacar a sus compatriotas la responsabilidad de las bandas delictivas por mucho que arremeta contra la nobleza y que tenga a un compatriota, Charlie Hunnam, que da vida a Raymond como brazo derecho y consigliere de Pearson.

Nacido en Estados Unidos, y tras conseguir una beca en Oxford, Pearson comenzó a proveer marihuana a sus colegas estudiantiles, todos ellos pertenecientes a familias adineradas. No le hizo falta terminar sus estudios porque enseguida se hizo con un capital y una reputación. Naturalmente, dejó en el camino unas cuantas manchas de sangre, pero ahora goza de una situación privilegiada y se codea con los círculos más selectos del país. Un hombre como él, cuyo talón de Aquiles es su esposa -Michelle Dockery-, siempre se granjea enemigos. En una reunión decidió no dar la mano a Mike -Eddie Marsan-, editor de un rotativo sensacionalista que se caracteriza por descubrir trapos sucios de personas famosas.

Despechado, el empresario periodístico recurre a los servicios de Fletcher -Hugh Grant-, un tipo que trabaja por su cuenta y se ofrece al mejor postor. A cambio de ciento cincuenta mil libras debe proporcionar a Mike material suficiente como para hundir a Pearson. Sin embargo, el investigador tiene otros planes y se presenta en el domicilio de Raymond con el resultado de todas sus pesquisas, bastante sinuosas, que afectan a distintos señores de la mafia. A cambio, solicita la nada desdeñable cantidad de veinte millones.

La reunión se convierte en un juego del gato y el ratón entre ellos mientras se va desgranando la historia de Pearson y los ambiciosos tipos que esperan hacerse con su negocio por la menor cantidad posible. En principio, Cannabis Kingpin Matthew Berger -Jeremy Strong-, un judío de Oklahoma que se sitúa al frente de una corporación es quien está interesado en la compra. Quiere datos concretos acerca de las plantaciones y Pearson le muestra como ha conseguido cultivar marihuana en las posesiones de nobles cada vez más acuciados por las deudas y los impuestos de transmisión patrimonial. Esa divulgación se amplifica a otros sectores y se entiende que el negocio ha quedado devaluado por mucho que los contactos y distribuidores no se especifiquen hasta concluida la transacción.

Así entran en juego los orientales encabezados por Lord George, quien tiene a Phuc -Jason Wong- como brazo armado, y Dry Eye -Henry Golding-, que desea eliminar a los veteranos cabecillas para quedarse con todo el pastel. No faltarán tampoco los rusos en ese puzle tan habitual en los guiones de Ritchie que, una vez más, hace gala de su especial sentido del humor. No solamente recurre al edifico de Miramax, estudio que está detrás del film y al que Fletcher lleva el guion basado en el desarrollo del propio filme. También apela a los juegos de palabras habituales en su cine, algunos de los cuales rayan en lo obsceno.

El resultado es una película entretenida, con buenas actuaciones. Ritchie suele sorprendernos distribuyendo papeles que parecen caer a sus actores por sorteo. Suele salir airoso y buena prueba de ellos es la actuación memorable Brad Pitt en Snatch, cerdos y diamantes. Ahora extrae el mayor jugo posible a Hugh Grant y, de manera espacial en dos pasajes a Colin Farrell. El intérprete irlandés es un entrenador de boxeo que tiene a su disposición a un grupo de armarios de cinco puertas dispuestos en todo momento a ejecutar los encargos de su coach.

De esta manera se cierra el círculo. Farrell interpreta a un británico que no se mete en la droga y Pearson, como un ciudadano de las islas más, afirma que solo trafica con marihuana porque no mata a la gente. Hay referencias al breixit y a otras cuestiones de actualidad entre los insertos habituales de su responsable a la hora de narras sus historias. Su ritmo suele ser vertiginoso, aunque en esta ocasión se muestra más contenido. En realidad, sus películas con financiación norteamericana, como es el caso, suelen ser más parsimoniosas que las británicas y eso se agradece a causa del galimatías que suele acompañar a sus guiones. Aunque todo encaje no por ello resulta menos lioso.

From → Cine

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