Cuestión de justicia (No Mercy) (***)

Cuestión de justicia – Corredor de la muerte en Alabama
Bryan Stevenson, licenciado en Derecho por Harvard se instaló en Alabama para defender a reos inculpados erróneamente y también a todas aquellas personas que carecían de recursos. Uno de los casos más importantes fue el de Walter McMilliam, acusado injustamente del asesinato de una chica blanca.
Hay que entender las razones por las que un hombre de color, licenciado en Harvard, decide desechar buenas ofertas de trabajo para defender a personas de su raza acusadas injustamente o carentes de recursos. Un detalle que se obvia por mucho que se suponga en esta adaptación de la novela escrita por el propio protagonista. El motivo principal se encuentra en una visita que lleva a cabo a un penal de Alabama dos años antes de terminar su carrera. Allí queda impactado porque uno de los internos en el corredor de la muerte tenía su misma edad.
A finales de los años ochenta Brian Stevenson -Michael B. Jordan- se instala en Alabama con la ayuda de la activista local Eva Ansley -Brie Larson-. Se ocupa de varios casos, pero el más llamativo es el que atañe a Walter Johnny D McMillian -Jamie Foxx-, condenado a muerte en 1987 por el asesinato de una chica blanca. Tras varias apelaciones, el reo espera fecha para su ejecución junto a otros condenados, especialmente Herbert Richardson -Rob Morgan- y Anthony Ray Hinton -O’Shea Jackson Jr.-.
Tenemos que situarnos en Alabama a finales del pasado siglo. Se trata de un estado sudista que mantiene todavía el legado de los blancos supremacistas. En realidad, hay muchos puntos oscuros en el juicio de Johnny D y todo apunta a que no tuvo nada que ver en el asesinato que se le imputa. Sin embargo, la comunidad lo ha condenado, al igual que lo hacen con todas las personas de raza negra desde el momento en que nacen. Todas las fuerzas locales, desde Mobile hasta Montgomery, la capital, se confabulan para dictar su propia ley.
Los principales opositores son el sheriff y el fiscal Tony Chapman -Rafe Spall- decididos a respaldar a sus congéneres de raza blanca por mucho que Stevenson le recriminara que no fueron elegidos para defender a unos pocos y sí para hacer justicia. En el caso de Johnny D hay un resentimiento evidente desde que se descubrió su aventura con una mujer blanca. El marido de ésta se preocupó por alimentar su mala fama, hasta el punto de que extendió los rumores de su posible relación con el tráfico de drogas y otras cuestiones punibles. Para la esposa del condenado -Karan Kendrick- su licencia sexual es un pecado imperdonable, pero no lo suficiente para que sus hijos se queden sin padre.
El abogado descubre evidencias que exculpan a Johnny D. un amigo del hijo del reo, Darnell Houston -Darrell Brit-Gibson- se convierte en un testigo clave, pero cuando firma su declaración es encarcelado sin motivo y decide retractarse. La mayor esperanza reside en otro preso, Ralph Myers -Tim Blake Nelson -, al que curiosamente se le conmutó su pena de muerte después de que fuera extorsionado por las fuerzas locales.
Se trata de un drama que no se anda por las ramas y que no recurre en ningún momento a posibles adornos innecesarios. Se trata de un golpe directo al estómago que el cineasta Destin Cretton, responsable de Las vidas de Grace– lleva a cabo sin concesiones. Posiblemente, las dos horas y cuarto de duración sean algo exageradas. Se refuerza la línea principal con algunas ramificaciones que tienen su importancia, puesto que ayudan a entender mejor el momento y la situación real de los lugares en que se desarrolla.
Hasta que Brian Stevenson no llegó a Alabama a ningún reo se le había conmutado la pena capital. Vemos que todos los internos del corredor de la muerte son afroamericanos, lo que conllevaba implícitamente que no hubiera perdón ni marcha atrás. El abogado protagonista no parece que tenga la intención de ser el primero en revertir la costumbre, pero sí en trabajar para que se haga justicia. En un film especialmente sombrío y lleno de tristeza, los momentos de mayor distensión suceden en la galería de los condenados a muerte. La milla verde es un referente que, aunque lejano, resulta palpable.
Resalta la compenetración entre los dos actores protagonistas, si bien Jamie Foxx es quien sale más reforzado en el apartado interpretativo. El ganador de dos Oscar demuestra su talento ante las cámaras y polariza prácticamente la atención cuando aparece en pantalla. Michael B. Jordan está más contenido que en otros trabajos, y su labor resulta inferior a Creed II o Black Panther. Cuesta creer que un abogado de Harvard no muestre más firmeza en sus alegaciones y así entramos en un drama judicial competente que tiene sus puntos más álgidos en la situación de sus personajes, pero no en un guion que, extrañamente, no posee la consistencia de una situación conmovedora mucho más fuerte y sensible en el fondo que en la forma.