Como sobrevivir en un mundo material (Kajillionaire) (***)

Lo extravagante de lo cotidiano
Un matrimonio de Los Ángeles sobrevive a base de engaños en los que su hija actúa como elemento decisivo para sus acciones, desde todo punto ilegales. Durante la perpetración de uno de sus golpes convencen a una joven peluquera para que tome parte de sus fechorías, lo que termina por alterar su pequeño mundo.
Nueve años después de su último trabajo, Miranda July presenta su cuarto largometraje, en el que ha desistido formar parte del reparto. Apuesta por una comedia con tintes dramáticos. Un producto independiente que se erige entre los mejores del año en este apartado. El eje central está formado por un matrimonio y su hija de veintiséis años, que sobreviven a base de hurtos y acciones pintorescas.
Robert -Richard Jenkins y Theresa -Debra Winger- forman un matrimonio nada convencional. Utilizan a su hija Old Dolio -Evan Rachel Woods- como parte importante para sus fechorías. Visten siempre las mismas ropas y se desplazan en autobús. Revenden artículos desvalijados, algunos procedentes de envíos postales, compran utensilios que devuelven, trajinan con cupones de regalo y piden recompensa por objetos que ellos mismos han robado. Deben el alquiler de varios meses al casero que posee un negocio anexo de gomas de mascar y que una vez a la semana invade una de sus paredes de pompas y burbujas.
Un largometraje indie que sorprende por su capacidad para magnificar lo extravagante de lo cotidiano y que muy pronto apunta otro matiz que, además, resulta muy importante. Se trata de la ausencia de cariño. Se pone de manifiesto cuando, en un golpe que debiera servir para satisfacer la deuda con su casero, la familia protagonista capta para su peculiar banda a una joven peluquera de origen puertorriqueño. Se trata de Melanie -Gina Rodríguez-.
Theresa comienza a dirigir palabras de afecto a la recién llegada, lo que desata los celos de Old Dolio. Sus padres nunca le han dicho cariño ni han tenido muestras de efusividad hacia ella. El trato ha sido siempre frío y la chica comienza a descubrir que hay algo más aparte de ese pequeño microcosmos en el que se ha desenvuelto hasta entonces. También comienza a sentir atracción física mientras se replantea la acostumbrada división en tres partes que se hacía efectiva hasta ese momento.
La necesidad de cariño no es privativa de una Old Dolio de modales austeros y voz engolada. La madre de Melanie habla con ella por teléfono y expresa la necesidad de verla. A cambio de su ausencia le envía productos y objetos que adquiere por duplicado. También un anciano en su lecho de muerte. Sabe que van a robarle, pero lo da por bien empleado si se comportan como si fuera su familia. Implora que cocinen y toquen el piano.
Miranda July también es austera en su puesta en escena sin dejar a un lado las extravagancias. En ocasiones se impone el lenguaje corporal y no recurre a los grandes decorados o a las habituales postales turísticas de Los Ángeles. Sabemos que se encuentran en esa ciudad por el edificio en el que la familia aguarda el autobús en la secuencia inicial.
El film es equilibrado, aunque también descarnado, lo que le priva de muchos matices. La captación de Melanie resulta extraña cuando los otros tres protagonistas están perfectamente integrados y salen adelante con sus pequeñas, a veces no tanto, fechorías. La recién llegada es un elemento de discordia, pero también desata los acontecimientos y las pasiones escondidas, principalmente las de Old Dolio.
Mucho menos la de un padre bien dibujado por Richard Jenkins, y bastante menos por lo que se refiere a una reaparecida Debra Winger. Exhibe una evidente cojera, pero la importancia de su papel se reduce a explicar a su hija los motivos de su falta de afecto. A cambio, la chica está dispuesta a pagar más de mil quinientos dólares a cambio de palabras amables, de un baile y de un acto aprendido en un adoctrinamiento para parturientas. Si dejas al bebé sobre el vientre de su madre trepará hasta alcanzar sus pechos y comenzar a alimentarse.