Un amor sin fin (Endless) (*)

Un amor sin fin – Me muero porque te veo
La relación amorosa de dos adolescentes se interrumpe bruscamente cuando el chico fallece a consecuencia de un accidente automovilístico. Ella se inculpa de la muerte de su novio, que permanece en el limo, pero ambos encontrarán la manera de volver a encontrarse y proseguir con su romance.
Al comienzo de la película, su protagonista femenina, Riley Jean Stanheight -Alexandra Shipp- narra su conexión amorosa con Chris Douglas -Nicholas Hamilton-. Afirma que son muy distintos, pero aun así se quieren con locura. Ella dibuja historias gráficas y dejará la localidad en la que viven para ingresar en la Universidad de Georgetown y estudiar Derecho. Su novio pertenece a un estrato social bastante más inferior y, realmente, no parece tener muchos puntos en común con su enamorada más allá de sus arrumacos y su compañía.
Cabe pensar los motivos que impulsaron a proseguir este romance. Los dos jóvenes son muy diferentes y el largometraje se resiente por ello desde el primer momento. Tras asistir a un baile, la pareja sufre un accidente de tráfico a consecuencia del cual fallece Chris. Quien conducía era Riley, y según las pesquisas policiales, estaba enviando un mensaje por su teléfono móvil en el momento del siniestro.
Ese detalle, que no debiera ser baladí, se pasará por alto debido como muchos otros de este guion. La explicación ofrecida es que el automóvil de delante, contra el que se produjo un primer impacto, no tenía las luces traseras o de frenado en regla. Hay otros muchos desajustes en la historia, que nos transporta al lamento constante de la protagonista. Mientras, su novio permanece en el limbo, donde encuentra al mejor anfitrión posible en el personaje de un joven llamado Jordan -DeRon Horton-.
Ambos pueden teletransportarse a cualquier lugar con solo pensar en ello, pero no se explican los motivos por los que a veces aparecen juntos y otras, cuando le conviene a Chris, no le acompaña. El caso es que éste se encuentra casi siempre al lado de Riley, y llega a un punto en que ella parece escuchar sus palabras. El siguiente paso es mantener una conversación y de ahí a los abrazos no hay más que unas secuencias.
La almibarada historia de amor parece seguir los pasos de Ghost, aunque se produce un giro que parece entroncar con Lady Halcón. Al final, ni una ni otra. Tira por la calle de en medio sin que se ofrezcan argumentos convincentes de lo que realmente sucede. No hay que pasar por alto un detalle esencial: Cuanto más se ven los amantes, más se acorta la vida de Riley. Tanto es así, que se convierte en el aspecto fundamental de esta producción estrenada directamente en Movistar +.
Al responsable de este trabajo, Scott Speer, los romances cinematográficos no le pillan de sorpresa. En su filmografía destaca Amor de medianoche, aunque no se trate de una obra capital. Recurre a bellos escenarios naturales, en concreto a un brazo de mar semejante a una ría de Galicia. A la tercera toma ya no sorprende, e incluso se antoja repetitivo a lo largo de la proyección. En esos planos, echamos de menos las adaptaciones de Nicholas Sparks, que han sabido sacarles mucho mayor provecho a los escenarios.
Evidentemente, Un amor sin fin, no suma en la carrera de Speer. La línea principal se distrae con subtramas que apenas llegan a interesar al espectador y se proyecta hacia un desenlace que intenta contentar a todos. Nos gustaría que, en lugar de ellas, se hubiera profundizado más en los dos personajes principales, de los que se ofrecen únicamente esbozos.