La última gran estafa (Comeback Trail) (*1/2)

Hay que matar al protagonista
Un productor de cine de Hollywood de serie B, tras el fracaso de su última película, necesita encontrar un proyecto que le permita saldar su deuda con un jefe de la mafia local. Decide emprender la producción de un nuevo film con escenas de acción de alto riesgo para provocar la muerte de su protagonista y poder cobrar así el altísimo seguro.
Entre la filmografía de George Gallo no recuerdo una sola película destacable. Probablemente, el guion de Huida a medianoche sea lo que más llame la atención, y La última gran estafa, aunque tiene su punto, tampoco llega al notable. Se puede encontrar ese regusto nostálgico por actores veteranos que reaparecen para satisfacción de sus fans. Como le ocurre al personaje de Tommy Lee Jones, también el público puede sentirse atraído para disfrutar con su actuación y la de sus compañeros de reparto. Por edad, podrían incluirse en el capítulo de viejas glorias, dado que suman varios Oscar y diversos Globos de Oro.
La propuesta nos lleva al cine dentro del cine en los años setenta, donde nos encontramos con Max Barber -Robert De Niro-, como un productor fracasado de películas de serie B. Su último trabajo, en la que unas monjas se convertían en lascivas asesinas no vendió una sola entrada debido a la presión de representantes eclesiásticos en la puerta de la sala. Lo peor, es que debe la financiación del film, 350.000 dólares, a un mafioso de Los Ángeles llamado Reggie Fontaine -Morgan Freeman-. Tiene tres días para devolverle hasta el último céntimo y su socio y sobrino, Walter Creason -Zach Braff- no sabe nada del asunto.
Solicita ayuda a un viejo amigo, James Moore -Emile Hirsch-, un colega cuyas últimas películas se contabilizan por éxitos, lo que le permite vivir en una zona lujosa de Bervely Hills. Está dispuesto a llegar a un millón de dólares a cambio de un guion del que Max no se quiere desprender. Mientras se piensa la oferta acude a su último rodaje. En su transcurso muere la estrella principal, que no quería utilizar un doble. En compensación, James percibe una jugosa cantidad del seguro. Eso le da la idea para satisfacer sus deudas y ganar un buen dinero.
Piensa en producir un guion aparcado en su oficina, Miracle Film, que le permitirá introducir alguna escena de alto riesgo en la que bien pudiera perecer su protagonista. Para ello, convence a Duke Montana -Tommy Lee Jones- cuando está a punto de suicidarse en una residencia reservada para ancianos del séptimo arte de que vuelva a protagonizar un western. La idea satisface a Reggie Fontaine y lleva a cabo un castin para seleccionar un director, trabajo que recae en Megan Albert -Kate Katzman-. De esta forma se concede un papel importante a una mujer y se cumple con el movimiento LGTBI al declararse lesbiana en la última secuencia.
La historia podría haberse desarrollado de forma más inteligente. Incluso, hay concomitancias con Como conquistar Hollywood, por la que John Travolta ganó el Globo de Oro. Sin embargo, George Gallo la desarrolla de manera bastante torpe, hasta el punto de que un caballo llamado Caramelo –Butterscotch– roba buena cantidad de escenas. No es bueno si tenemos en cuenta la pléyade de estrellas que figuran en el reparto.
No obstante, da gusto ver a actores tan solventes satirizarse en buena parte a sí mismo. En la mayor parte de las secuencias tienden a la sobreactuación. Robert De Niro está gracioso en su papel de productor fracasado, pero quien se lleva casi todos los laureles en Tommy Lee Jones en una actuación impecable, salvo cuando el guion le obliga a unos recursos prácticamente imposibles. Los tres veteranos están por encima de sus personajes, y se nota que intentan salvarlos a toda costa.
Viajar a las entrañas del mundo de Hollywood siempre suele resultar agradable para el espectador, y este remake de la propuesta dirigida en 1982 por Harry Hurwitz tenía, sobre el papel, muchos ingredientes para disfrutarse. Sin embargo, cada secuencia parece ir por libre, picando de diversos géneros, aunque predomine la comedia negra. Ni siquiera funcionan como debieran las citas cinematográficas del personaje de Morgan Freeman. El mafioso aficionado al séptimo arte, que no tiene a su lado a una despampanante mujer podría haber sido otro hallazgo aunque, como otros aspectos del film, queda desaprovechado.