Perfumes (Les parfums) (**1/2)

Cuestión de olor
Anne Walberg es una estrella del mundo de los perfumes. Crea fragancias y vende su increíble talento a todo tipo de empresas. Vive como una diva, egoísta y con mucho temperamento. Guillaume es su nuevo chófer y la única persona de su alrededor que no tiene miedo a plantarle cara.
Dos personajes con problemas, pero muy diferentes. Uno solo quiere trabajar para alquilar un apartamento más grande y poder disfrutar del tiempo de custodia compartida con su hija que le permite el juez. El otro es una estrella gracias al olfato y pasa por períodos de anosmia, o pérdida absoluta de ese sentido. Personalidades distintas, que pertenecen a estratos sociales muy diferentes y que, sin embargo, están condenados a entenderse.
Esta es la síntesis del primer largometraje en solitario de Grégory Magne, una propuesta que, aunque no nos lo dijeran, y a falta de escenarios representativos, sabríamos que es francesa desde las primeras secuencias. En ellas destaca Guillaume Favre -Grégory Montel-, que está en proceso de divorcio y solo podrá disfrutar de la compañía de su hija Léa -Zélie Richon- a tiempo completo si deja de habitar el apartamento de veinticinco metros cuadrados en el que vive y alquilar uno más grande, con suficientes habitaciones.
Trabaja como chófer en una compañía en la que Arsène -Gustave Kervern- reparte trabajo. El último viaje de Guillaume se saldó con una multa y menos puntos en su carné por llevar al hospital a toda velocidad a un cliente con problemas de salud. Sus otros errores al volante son injustificables. Es un buen tipo, pero siempre está en el lado equivocado y, a pesar de ello, el responsable de la agencia se apiada de él y le proporciona un nuevo encargo.
Ha de recoger a Anne Walberg -Emmanuelle Devos-, una mujer fría, cortante, que un día fue una estrella en la elaboración de perfumes. Valorada, incluso, por la firma Dior. Se la rifaban todas las grandes compañías, pero una anosmia la bajó del pedestal. La pérdida de olfato va y vuelve. Por eso no recurrió a los servicios del doctor Patrick Ballester -Sergi López-. Simplemente, se deja llevar por las migajas que le ofrece su representante –Marine Danaux-, con la que mantiene una relación de amor y odio.
Anne se muestra imperativa, casi inaguantable. Guillaume necesita el trabajo, pero a pesar de los contras, protege a la mujer que le puede proporcionar el sueño de tener la custodia compartida de su hija. Ambos personajes deben entender que han de limar asperezas y llegar a un entendimiento si quieren conseguir sus objeticos. El de él está claro y el de ella no le anda a Lazaga. Dado el poder de su olfato, cuando está en óptimas condiciones, ansía regresar a lo más alto del podio en la elaboración de perfumes y volver a ser mediática.
La historia navega siempre por arenas movedizas que tienden a un romance imposible o a un drama de tintes trágicos. Sin embargo, mantiene una línea ecléctica que pretende demostrar que todo aquello que sucede en la pantalla puede ser real como la vida misma. Eso le permite conformar una propuesta que llega a disfrutarse. Sin relucir, logra pasajes conmovedores dentro de una simpleza que sirve para valorarla mejor. En ningún momento pretende ser trascendente y se agradece su falta de petulancia.
La dirección de actores podría mejorarse. Emmanuelle Devos se muestra demasiado gélida. Enormemente seca y distanciada. Una mujer difícil. Es posible que de esa forma remarque la anosmia que le aqueja y el pedestal en el que estaba instalada en su día. De todas formas, mantiene una actitud de diva que ya ha perdido y que contrasta con que no quiera regocijarse con una antigua portada de una prestigiosa revista en la que era su estrella. Su presencia permite insinuaciones críticas al mundo profesional al que pertenece.
Su actitud provoca que Grégory Montel no se muestre tan cercano como debiera. Su relación con Léo no tiene nada que ver con el resto de su comportamiento. Sin embargo, ella depende de él y no al revés hasta desembocar en un desenlace animoso, que supone un final optimista cuando todo parecía abocado a una caída libre.