A media voz (***1/2)

Correspondencia sobre la vida
Dos mujeres de 40 años, Patricia y Heidi, amigas de la infancia que crecieron en Cuba y que fueron a la academia de cine de La Habana afrontan, mucho tiempo después, los retos de la emigración. A través de la correspondencia audiovisual entre ambas intentan reconstruirse lejos de su país.
Puede sorprender al inicio, con unas imágenes aparentemente sin sentido y poco coherentes desde el punto de vista cinematográfico. Lo cierto es que pronto descubriremos que este documental se aparta de la ortodoxia y saca partido a los elementos audiovisuales que forman parte de nuestra vida actual. La correspondencia epistolar se inscribe dentro de los géneros literarios, por mucho que haya caído en desuso. Este trabajo la recupera, aunque ahora pasa por el tamiz de los video mensajes.
Patricia Pérez Fernández y Heidi Hassan son amigas desde la infancia. Concretamente, cuando una salvó a la otra de morir ahogada. Inseparables y apasionadas por el séptimo arte, lo que se deja entrever con sus artistas preferidos, estudiaron en la escuela de cine de La Habana. La devoción por las cámaras se nota en un imponente archivo que está integrado por fotografías en las que intentan huir de lo convencional, cintas de vídeo y fragmentos de sus rodajes como alumnas.
La situación política de la isla les aconsejó emigrar, como hicieron miles de sus compatriotas, y de ahí su separación. Con cuarenta años a una la encontramos en Suiza y a otra en España. Sin embargo, su afecto sigue intacto y lo demuestran a través de video cartas gracias a las cuales se sienten más próximas. Hablan de sus progresos, de sus desencantos, de la maternidad… Son relatos tiernos, amigables, ilusionantes o que llevan la decepción de dos mujeres que se han visto obligadas a salir del país y que narran su nostalgia y su desarraigo.
Una propuesta llena de poesía que se acompaña de una puesta en escena original. Se advierten imágenes distorsionadas de las ciudades, e incluso ralentizaciones que afectan a lo que les rodea mientras ellas siguen a su ritmo natural. Así, hasta desembocar en un grito último y desgarrador. Lejos de una súplica, parece más bien un acto de rebeldía ante el conformismo al que la propia vida parece haberlas sumido.
Conforma una historia conmovedora con el catalizador de la amistad en primer plano. Una reflexión interior que gana enteros por la pasión que las dos autoras y protagonistas sienten por el cine. Hay esperanza y pasión, pero destaca el dolor de la pérdida y la euforia de la esperanza. El texto se nos antoja sincero en ese paso decisivo de la madurez femenina, con los deseos todavía por cumplir y una vulnerabilidad evidente por parte de ambas.
No vale dar muchas vueltas para describir que en este trabajo se habla, preferentemente, de la propia existencia. Necesito que vuelvas a mi vida, dice una de ellas. Una expresión compartida de nostalgia y entrega después de más de una década de separación, cuando se inició un rodaje en el que no llegaron a coincidir. Patricia fue la primera en abandonar Cuba, y después de dar algunos tumbos, deambula entre Madrid y Finisterre.
A Heidi le dolió la marcha de su amiga y todavía permaneció algún tiempo en su país antes de tomar rumbo a Europa y establecerse en Ginebra. Gracias a su pareja encontró la legalidad que no obtuvo Patricia. No implica que añore aquellos tiempos en que ambas eran felices y lamente cada día permanecer lejos de su tierra.
Ambas comparten ese sentimiento y partiendo de él, de sus aficiones, sus recuerdos y sus sentimientos más íntimos, nos obsequian con un largometraje sensorial en el que su aspecto más débil pasa porque, en ocasiones, no saben exponer con fidelidad lo que pasa por su cabeza. Tenemos la sensación de que es mucho más interesante todavía lo que sienten y que la forma de contarlo, por momentos, se les escapa.