Mi amigo pony (Poly) (**)

Cuidemos los animales
Cécile, de 10 años, se traslada al sur de Francia con su madre, pero la integración con los demás niños del pueblo no es fácil. Cuando un circo ambulante se instala en la puerta de al lado, Cécile descubre que están maltratando a Poly, el poni estrella, y decide protegerlo y organizar su huida.
El binomio formado por el cineasta Nicolas Vanier y el actor François Cluzet nos ofrece una nueva película familiar con niño y animales en primer plano. Ya lo hicieron en La escuela de la vida -2017- y repiten gracias al conjunto de relatos infantiles escritos por Cécile Aubry, basados en las aventuras de un poni llamado Poly, que dieron origen a una serie televisiva. También se desarrolla en la campiña, concretamente en la zona vitivinícola de Beaucastel, situada en el Valle del Ródano, al sureste de Francia.
Hasta esas latitudes se traslada Cécile -Elisa de Lambert-, una niña de diez años, en compañía de su madre, Louise -Julie Gayet, divorciada y médica de profesión. La integración no es fácil, y la muchacha no encuentra la adaptación necesaria para ser feliz. Todo cambia con la llegada de un circo. Cécile ve como Poly, auténtica estrella del espectáculo, es maltratado por su propietario. Esa es la razón por la que planea liberar al poni y huir con él.
Dicho y hecho. Claro que su decisión, en la que toma parte la chavalería de los alrededores, lleva acompañada una serie de riesgos. Brancalou -Patrick Timsit-, el dueño de la carpa, no está dispuesto a prescindir de su mayor fuente de ingresos así como así. Menos mal que la protagonista se encuentra con Víctor -François Cluzet-. Se trata de un viudo bohemio que habita en un castillo.
La evolución de la historia se puede suponer. No se encuentra nada que no esperemos en su desarrollo, lo que justifica una película absolutamente blanca y nada comprometida. En esa afirmación se incluyen los aspectos derivados de la puesta en escena. En ese sentido, Mi amigo pony parece un relato antiguo, que podría hermanarse con las historias de Rin-Tin-Tín, Lassie, o trabajos familiares.
Se trata de una producción familiar que se ve con agrado. La aventura, tal y como se puede admirar en el celuloide, resulta convincente. Enlaza con otras propuestas por el estilo llegadas de Francia. El máximo referente podría ser Mía y el león blanco, en lo que se refiere a la protección de los animales y a que estos se integren en su medio natural. En definitiva, esa es la máxima pretensión, demostrar el amor que debemos sentir por ellos.
En cuanto al desarrollo del argumento, y la colaboración entre un adulto solitario y un niño se encuentra más cerca de otras referencias. No conviene olvidar que Nicolas Vanier se ha especializado en filmes familiares basados en la protección animal y en sus simbiosis con los humanos. Recordemos Belle y Sebastián, Lobo, o El último cazador, su debut como realizador y su máximo hito cinematográfico hasta el momento. En su filmografía cuenta también con Volando juntos, en la que los gansos salvajes son protagonistas.
Como denominador común de sus trabajos, especialmente aquellos en los que los niños se tornan protagonistas, figura el viaje iniciático de sus protagonistas. La aventura que se propone está salpicada de obstáculos, que se superan gracias a la habilidad de los personajes y el fuerte lazo de amistad que les une a los animales. De esta forma, dan un salto hacia adelante en su formación. Historias que entretienen, sirven de ejemplo para los más pequeños y no están exentas de calidad.