Fritzi: Un cuento revolucionario (Fritzi – Eine Wendewundergeschichte) (***1/2)

Ante el nuevo orden europeo
Fritzi es una estudiante de cuarto grado en Leipzig, en Alemania del Este, durante el verano de 1989. Se supone que cuidará del perro de su mejor amiga durante las vacaciones, pero descubre que ha huido con su familia a Occidente a través de Hungría. Fritzi hará todo lo posible para reunirse con su amiga.
He aquí un film de animación protagonizado por una niña que es más legible para mayores, especialmente fuera de Alemania. Esta coproducción germana con Luxemburgo, República Checa y Bélgica tiene su epicentro en las semanas anteriores a la caída del Muro de Berlín. Quizá, nuestros pequeños no tengan demasiada conciencia de aquel suceso, pero quienes teníamos uso de razón en 1989 sabemos de los precedentes y las consecuencias.
Fritzi tiene doce años y cuenta con una amiga inseparable, Sophie, que tiene a su vez un perro llamado Sputnik. La protagonista es feliz con su casa del árbol, pero lamenta que su inseparable compañera se vaya a Hungría de vacaciones con su familia y le deje a su mascota. A Fritzi le hubiera gustado acompañarlos. Su madre, enfermera, escucha cada día las noticias de emisoras internacionales y su padre, músico, no quiere meterse en problemas.
Aunque le habían hablado de Occidente, el personaje central es feliz en su país. No conoce otra forma de vida y la película demuestra como podemos sentirnos a gusto en cualquier lugar que consideremos nuestro hogar. Aun así, espera cada día cartas que no llegan o el regreso de Sophie. Incluso, cuando comienza el curso escolar y se encuentra con una profesora, Liesegang, comprometida con el régimen. Solo un compañero, Benni, parece abstenerse de las orejeras que muestran los demás.
Ella quiere ir a Hungría a ver a su amiga y a devolverle a Sputnik. Contacta con una agencia de viajes y es entonces cuando se siente vigilada por la stasi, el órgano de inteligencia de la extinta RDA, que tenía bula para todo. Casualmente, se introduce en la iglesia de San Nicolás, donde cientos de personas abogan por una revolución pacífica y la apertura hacia Occidente. Aunque es una niña, Fritzi toma conciencia, por mucho que sea de forma parcial, de la opresión de su país.
Aprovechando un viaje escolar llega hasta la frontera y es detenida, lo que compromete especialmente a sus padres. Afortunadamente para todos ellos, el Muro de Berlín, o de la vergüenza, como se ha dado en llamar, está a punto de caer, y con ello la apertura buscada por miles de personas. Un ejemplo de que las revoluciones pacíficas pueden conseguir su objetivo. Una sola persona no cambia el mundo, pero muchos cientos pueden conseguirlo. El 9 de noviembre de 1989 los ciudadanos de las dos Alemanias pudieron abrazarse y sus familias reunirse sin objeciones.
El guion de Beate Völcker, Péter Palátsik, Hannah Schott resulta especialmente ilustrativo. Hasta el punto que es difícil encontrar una historia entretenida, didáctica y formativa a la vez. Los cineastas Ralf Kukula y Matthias Bruhn han apostado por unas líneas sencillas en los personajes y unos fondos superpuestos con gran detalle que remarcan la narración.
Destacan los techos y columnas de la iglesia de San Nicolas, la reconstrucción de la ciudad de Leipzig, en la RDA, y la reproducción del Parlamento de Budapest, el destino soñado por la protagonista. Desde allí, según los noticiarios, con aperturas intermitentes de la frontera, se podría pasar a la Alemania Occidental. Se podría establecer un paralelismo con los refugiados de hoy, con sus ilusiones y sus sueños.
Una producción hermosa en su concepción, y un acierto más en el catálogo familiar de Park Màgic. La distribuidora catalana apuesta por producciones diferentes. Destacadas desde el punto de vista formal o que van mucho más allá de un relato de aventuras. Fritzi es un buen ejemplo. No discute con las obras de grandes multinacionales en la calidad de sus gráficos, pero va mucho más allá en su contenido.