A descubierto (Outside the Wire) (*1/2)

Robot con sentimientos
En un mundo futuro, un piloto de drones es enviado a una peligrosa zona militarizada en Europa del Este, muy cerca de la frontera rusa. Allí habrá de trabajar a las órdenes de un androide encargado de encontrar un dispositivo apocalíptico antes que el líder de un grupo de insurgentes.
Uno tiene la sensación de que Netflix trabaja a dos velocidades. Cuenta con inversiones suficientes para sus productos estrella, dirigidos y/o protagonizados por artistas contrastados. Ellos aportan prestigio, incrementan el número de abonados y hasta tienen tanta calidad que compiten por los Oscar e incluso los ganan. Luego está la otra vertiente, aquella que se aproxima a una factoría industrial. Una cadena de montaje de la que salen clones de entretenimiento.
Las hay que muestran algo más de talento y otras menos. En cualquier caso, cada una de ellas tiene siempre un elemento diferenciador que sirve para valorarlas. A descubierto lo consigue gracias a un robot con sentimientos muy particulares en pleno frente de batalla.
El sueco Mikael Håfström ha vuelto a Estados Unidos para rodar un guion que mezcla futuro con belicismo. Nos encontramos en 2036 y el lío está en Ucrania, país que pretende ser anexionado nuevamente por Rusia. Se ha provocado una cruenta guerra civil y la frontera está controlada por un despiadado militar llamado Viktor Koval -Pilou Asbaek-. Sobre el terreno juegan sus cartas los insurgentes, la resistencia, liderada por una mujer llamada Sofiya -Emily Beecham-, y los propios rusos. En ese caos, las tropas de los Estados Unidos ejercen de pacificadoras.
En una secuencia inicial se nos muestra un enfrentamiento de un grupo de norteamericanos contra soldados de Koval. Vemos por primera vez a los Gump, o robots diseñados para los conflictos bélicos. El sargento Miller -Enzo Cilenti- quiere recuperar a todos sus hombres, incluso a los heridos cuando un arma poderosa del enemigo está a punto de disparar. Pese al dictamen de sus superiores, el teniente Harp -Damson Idris- va a intervenir por su cuenta.
Es un piloto de drones que trabaja codo con codo con Bale -Kristina Tonteri-Young-, quien ve como su compañero toma la decisión de sacrificar a dos compatriotas para salvar a los treinta y ocho restantes. Llevado a juicio por desobediencia, es destinado como castigo a una peligrosa zona militarizada. Ha de ponerse a las órdenes del capitán Leo -Anthony Makie-.
Ya le habían advertido a Harp que su nuevo jefe no era como los demás. Desde el superior de ambos, Eckhart -Michael Kelly- hasta otros oficiales. En realidad, se trata de un prototipo de androide que tiene la capacidad de sentir emociones. Si no fuera por las piezas de metal y los circuitos impresos que componen su cuerpo, podría pasar por un ser humano.
Trabaja por su cuenta, y por eso escogió a Harp. Ambos deben encontrar en menos de 24 horas los códigos de lanzamiento de los antiguos cohetes nucleares montados por los rusos durante la guerra fría. El objetivo, Estados Unidos. De nuevo, los guionistas de allende el Atlántico sitúan a su país como centro del mundo y el destino fatal de cualquier terrorista que se precie. Otra vez, sus héroes deben salvar el mundo.
Sin darle tiempo al protagonista a recuperarse del jet lag, debe acompañar a su superior, una especie de mezcla entre Terminator y Capitán América sin escudo, en una misión prácticamente suicida que difícilmente contará con cobertura amiga. Es el momento en que las excusas se vuelven obvias y se intenta meter en el ajo de las ojivas nucleares a todo hijo de vecino con el propósito de que la acción no se detenga.
El film está bien rodado y mantiene una línea aceptable, pero da la sensación de que ya lo hemos visto antes. Parece una amalgama de diversos títulos de acción en el que te puedes levantar al servicio o a prepararte un bocadillo sin que pares la película. Los pasajes más íntimos, especialmente cuando Leo habla de sus sentimientos, quieren ponerse a la altura de la acción, pero no lo consiguen. Ni siquiera le da tiempo a Harp a mostrar remordimiento alguno tras matar a su primer enemigo. Entretenimiento puro y duro. Sin concesiones.