Hope (Håp) (***1/2)

La muerte como catalizador de una pareja
Cuando Anja recibe el diagnóstico de cáncer cerebral terminal el día antes de Nochebuena, su vida se rompe y pone a prueba el amor desatendido. El film indaga qué sucede con el amor después de que a una mujer de mediana edad, quince años más joven que su marido, le pronostiquen tres meses de vida.
El segundo largometraje de la cineasta noruega Maria Sodahl se basa en su propia experiencia. Expone la situación de un matrimonio relacionado con las artes escénicas cuyos componentes se han soportado más que han estado unidos por el amor. Ahora tienen que enfrentarse a una situación completamente distinta desde el momento en que a ella le diagnostican un cáncer cerebral que puede terminar con su vida en un plazo aproximado de tres meses.
El argumento no es novedoso. Sin ir más lejos, Isabel Coixet ya se imaginó algo parecido en Mi vida sin mí. La diferencia es que se cambia Vancouver por Oslo y que la familia protagonista de la propuesta nórdica no vive en una caravana, sino que goza de una cómoda posición social. Tomas -Stellan Skarsgard-, de 59 años, es un productor cinematográfico. Su esposa Anja -Andrea Braein Hovig-, de 43, acaba de estrenar la puesta en escena de un ballet en Ámsterdam, siendo la primera vez que ejerce su trabajo como creativa fuera de su país.
La víspera de Nochebuena, y tras quejarse de unos fuertes y constantes dolores de cabeza, a Anja se le diagnostica un tumor cerebral, resultado de la metástasis de su cáncer de pulmón intervenido anteriormente. El pronóstico es malo y el matrimonio se prepara para lo peor. Hasta conocer el dictamen definitivo guardan silencio y ni siquiera informan a sus tres hijos y a otros tantos descendientes aportados por Tomas de su primer matrimonio. Aun así, y pese a tener la confirmación médica, les resultará muy difícil comunicárselo.
Durante la semana navideña, y después de fijar la nueva operación para el dos de enero, Tomas y Anja deciden casarse. Lo habían considerado con anterioridad, pero las diferentes vicisitudes como pareja y el trabajo lo impidieron. Su relación ha sufrido bastante altibajos a lo largo de los años. Ella insiste en que debía haber tomado la decisión de separarse hace bastante tiempo. Lo cierto es que daban mayor importancia a su trabajo que a conservar la armonía doméstica.
Ante el drama que les acecha, la situación es más compleja, aunque también bastante asequible. Anja pide que Tomas se comporte ahora como nunca antes lo había hecho. Quizá no era tan necesaria esa súplica porque el hombre ha dejado aparcados sus quehaceres laborales, busca soluciones a la enfermedad de ella y se muestra en todo momento abatido. Es el único de los dos que llora tras el diagnóstico.
A lo largo de poco más de dos horas se muestran las idas y venidas de ambos, acosados siempre por la mortal enfermedad. Sus momentos entretenidos, sus sobresaltos y, especialmente sus miedos. A ello contribuyen dos actores que prolongan sus personajes, los hacen más brillantes y los convierten en más humanos. Ambos muestran su madurez interpretativa como Maria Sodahl lo hace detrás de la cámara.
Ese es el elemento diferenciador de una historia más atractiva en su exposición que en su contenido. Tanto su directora como su actriz principal fueron nominadas a los Premios del Cine Europeo y la película representa a Noruega en los Oscar de Hollywood en la categoría de mejor film de habla no inglesa.
Hay muchas emociones que salen a la luz y lo hacen de forma contenida. Mérito del trío de estrellas anteriormente aludido. Las situaciones se tornan crueles en ocasiones, pero la película navega siempre por una línea segura, sin caer en la condescendencia ni en el ofuscamiento. Tiene su punto de frialdad que impide que giremos la cabeza. Esa es otra de sus grandes virtudes.