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Los Elfkins (Die Heinzels – Rückkehr der Heinzelmännchen ) (**1/2)

23 enero 2021

Los Elfkins – Objetico: ayudar al ser humano

Durante dos siglos, los elfkins han estado ocultos. Tenían como misión principal ayudar al ser humano, pero la malvada esposa de un sastre terminó con sus prestaciones por lo que cada cual se aplicó en un oficio. Excepto la inoperante Helvi, que está decidida a encontrar su vocación entre los suyos o en la superficie.

Parecen gnomos de jardín. Incluso pueden confundirse con ellos a primera vista. Pero no. Se trata de Elfkins, seres diminutos que habitan en el subsuelo de la ciudad alemana de Colonia. Cada año llevan a cabo la representación de su historia antes de repasar sus nuevos inventos y condecorar con un sombrero rojo al ganador. Por ello sabemos que su misión en la Tierra era la de ayudar al ser humano y que llevan doscientos años en la oscuridad.

Por las noches se aplicaban en sus tareas, cumpliendo a rajatabla misiones casi imposibles relacionadas con oficios artesanales. Las llevaban a cabo sin mostrarse, como los elfos de Santa Claus o los pajes de los Reyes Magos. Así hasta que la malvada esposa de un sastre los descubrió y cayeron en desgracia. Ahora se afanan cada uno en su oficio y muestran cada año sus hallazgos, algo en lo que destaca Kipp. La otra cara de la moneda es la pequeña Helvi, un completo desastre. Por eso luce un gorro más pequeño sujeto por un imperdible.

Arruina la función teatral, su invento para recolectar nabo mecánicamente se descontrola… Todo le sale mal, pero ella es animosa y sigue empecinada en hallar su oficio como y donde sea. Le da igual que sea junto a sus congéneres, entre los que la veterana Vendla lleva la voz cantante, que entre los humanos por mucho que las recomendaciones vayan en sentido contrario. Decidida, sale a la superficie acompañada de su buen amigo Butz, experto en velas, a quien se les une Kipp contra su voluntad.

Con una más que aceptable animación por computadora, salimos del entorno de los pequeños elfkins y descubrimos la ciudad, en la que se muestra altiva y elegante su catedral gótica. Enseguida, esta producción de Ars Anima dirigida por Ute von Münchow-Pohl, todo un veterano del género, se circunscribe a dos edificios. En uno de ellos vive el huraño Theo, un pastelero caído en desgracia y acuciado por las deudas. Está especialmente acosado por su hermano Bruno, que pretende ampliar a su costa el negocio industrial y poco sabroso ubicado enfrente.

Helvi y sus amigos se convierten en maestros pasteleros gracias a los inventos de Kipp y a la ilusión que pone la protagonista, quien definitivamente parece haber encontrado su vocación. Como si de una especie de Alberto Chicote se tratase, la pesadilla en la cocina, o mejor dicho en la pastelería, del otrora multipremiado Theo se convierte en un negocio admirable cuyos sabores conquistan a todo tipo de gente. Hay dinero para satisfacer las deudas y el negocio prospera ante el consiguiente enfado de Bruno.

No cabe duda de que los Elfkin son seres entrañables y que la animación consigue hacerlos mucho más atractivos. La comedia inicial da paso a una pequeña aventura, casi siempre predecible, que destaca los valores del compañerismo, la familia y la amistad. La película va perdiendo fuelle en lo que se refiere a su originalidad y a posibles sorpresas para decantarse hacia un producto mucho más infantil. Las concesiones hacia los pequeños se incrementan casi en progresión geométrica para fortalecer una moraleja muy valorable.

From → Cine

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