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Matthias and Maxime (***)

25 enero 2021

Todo por un beso

Dos amigos desde la infancia se involucran en el rodaje de un corto para la Universidad. El guion exige que ambos se besen, lo que desencadena sentimientos dormidos u olvidados. Días difíciles en su ofuscación acerca de su propia sexualidad que inciden en la relación con sus respectivos entornos.

Es muy difícil que cualquier película del director, actor, productor y guionista canadiense Xavier Dolan pase inadvertida. Se trata de un auténtico enfant terrible, capaz de impresionar al jurado de Cannes con solo veinte años y que, apenas rebasada la treintena se comporta como un veterano curtido en cien batallas. La homosexualidad y la madre son temas recurrentes en su filmografía, y en ellos vuelve a incidir en este trabajo.

Con tiros de cámara obsesivos y una iluminación escasa, que remiten a un trabajo de fin de carrera, aunque meticulosamente calibrado, nos introduce en una fiesta de veinteañeros. Amigos cuya amistad se forjó en el instituto y que ahora han tomado caminos distintos, si bien no han abandonado su relación. Están en una casa que la familia de Matthias -Gabriel D’Almeida Freitas-, un abogado de gran futuro, posee en la orilla de uno de los lagos próximos a Montreal. Su mejor amigo, Maxime -Xavier Dolan – tiene decidido marcharse a Australia en el pazo de dos semanas. Se va a la aventura, probablemente para trabajar como camarero tal y como se desenvuelve en su país.

En ese mismo lugar se dan cita unos adolescentes entre los que encontramos a una muchacha que debe hacer un cortometraje para la Facultad y a la que le han dado plantón los dos actores que debieran intervenir en su proyecto. Busca voluntarios y Maxime no lo duda. El segundo sale de una apuesta que pierde el puntilloso Matthias. En ese momento no desconocían que debían besarse ante las cámaras. Maxime le recuerda que ya lo habían hecho con anterioridad durante el bachillerato con alguna que otra copa de más.

El ósculo entre ambos le sumirá en un auténtico mar de dudas. Se acepta la homosexualidad de Maxime por mucho que no la tenga bien definida. Matthias, por el contrario, tiene pareja estable -Marilyn Castonguay-, aunque cada vez se muestra más distanciado. Se plantea todavía más su relación con la sensualidad cuando tiene que atender la visita de un cliente de Toronto, Kevin McAfee -Harris Dickinson-, al que le gusta divertirse en exceso, incluso acudiendo a lugares de alterne con mujeres exhibicionistas.

Los dos protagonistas reaccionan como cualquier ante un hecho nuevo y significativo en sus vidas. De la negación a la aceptación, del rechazo a la tolerancia, por mucho que cada uno sepa cual es su lugar, su inclinación y lo que desea para el futuro. Mientras sus amigos, entre los que destacan Rivette -Pier-Luck Funk- y Franck -Samuel Gaulthier-, permanecen ajenos a la situación, ellos siguen profundizando en la realidad de sus sentimientos. Dolan lo cocina a fuego lento, quizá sin demasiada llama, por lo que se va a las dos horas de proyección con un momento valle en el que la historia parece no avanzar. Lo aprovecha para incidir en el otro aspecto fundamental de su propuesta, la relación maternal.

Maxime vive con su madre Manon -Anne Dorval- a la que controla sus ingresos debido a su adicción. La situación deriva incluso en acciones violentas por parte de ella y el chico sufre ante la imposibilidad de avances. Durante su ausencia, aproximadamente dos años, dejará a una de sus tías la tutoría de la mujer, así como la gestión de su dinero. Paralelamente, encuentra el calor maternal en Francine -Micheline Bernard-, la progenitora de Matthias, que disfruta de una situación económica boyante y, desde luego, muy superior a la de él. Ella le colma de regalos y se preocupa tanto de él como si de un hijo se tratase.

Como es habitual, Dolan se guarda un par de ases en la manga, especialmente aquel que siempre suele revelar al final. En todos los aspectos que se mire, esta película es fiel a su filmografía y a los planteamientos cinematográficos a que nos tiene acostumbrados. Posiblemente, ese aspecto es lo que le resta más valor. La cinta atrapa, lo que cuenta lo hace con elegancia y señorío, pero casi nada es revolucionario si exceptuamos la presencia de la chiquilla responsable del corto.

Apenas un lustro separa su edad de la de los mayores que disfrutan del fin de semana en el lago, pero ella, con su mezcla de palabras en inglés, en base a un esnobismo propio de su generación, les considera poco menos que viejos. La diferencia generacional se hace todavía más patente en estos tiempos que corren a toda velocidad. De ahí que el responsable del film nos lo recuerde con precisión y ponga en evidencia que cinco años son muchos, casi tantos como los de aquel tango en que el que cuatro décadas apenas eran nada.

From → Cine

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