Mi niña (Mon bébè) (**1/2)

Una madre y el paso del tiempo

Heloise es la madre de tres hijos. Jade, la pequeña, acaba de cumplir dieciocho años y pronto abandonará el nido familiar para continuar sus estudios en Canadá. A medida que se acerca la partida de Jade, el estrés de Heloise aumenta y recuerda sus momentos compartidos con ella.

Tres años después de revisar la biografía de la cantante Dalida en el celuloide, Lisa Azuelos regresa con una película en la que homenajea a todas las madres. En una comedia dramática relata ese síndrome de la mujer que ve como sus hijos se van de casa. No es exactamente el conocido como nido vacío, sino que hace hincapié en la sensación de perder una parte de ella que ha ido creciendo con el tiempo.

Heloise -Sandrine Kiberlain- regenta un restaurante junto a su único hijo varón, Théo -Víctor Belmondo-. No sabemos nada del padre de sus hijos, y algo de la primogénita -Camille Claris-, que también está independizada. Únicamente sigue en el hogar materno Jade – Thais Alessandrin-, que muy pronto cumplirá dieciocho años y ha sido admitida en una universidad canadiense, muy lejos de París, ciudad en la que viven.

Partir es morir un poco. Esa es la sensación que tiene Heloise respecto a la próxima marcha de la que llama su bebé. Al fin y al cabo, Jade se presenta como su favorita y no hace más que grabar con su teléfono móvil las andanzas de la adolescente para conservar intacto su recuerdo cuando se vaya. La filma durmiendo, desayunando, fumando… En cualquier momento y por el más mínimo motivo.

Si Jade fuese hija única entenderíamos ese desvelo que su madre nunca pareció tener con sus otros hermanos. A tenor de la historia, quizá hubiera sido más recomendable. Da la sensación de que Azuelos ha pretendido no cargar demasiado las tintas ni dramatizar en exceso. Por eso algunas veces se va de por las ramas con secuencias que apenas aportan y en otras navega a dos velocidades con las diferencias generacionales.

Se muestra intranquila cuando la chica se va con sus amigas a una fiesta rave, pero acepta que el mismo día de su cumpleaños se lleve a su propia casa a Louis -Mickaël Lumière- con objeto de pasar la noche juntos. Heloise se sabe todos los trucos. Es capaz de librarse de una multa o de que su hija aprueba tramposamente un examen y, sin embargo, no lleva nada bien que ella abandone el nido. Ni siquiera cuando los hermanos de Jade le recuerdan que ellos también son sus hijos.

En este largometraje amable también hay lugar para la emoción. Lisa Azuelos utiliza los flashbacks para establecer paralelismos. Aprovecha cuando las dos mujeres están en la misma cama para recordar cómo la atendía siendo bebé. Resulta significativo el momento en que Jade desaparece por el pasillo, quizás por última vez antes del viaje, para evocarla cuando apenas sabía andar y efectuaba el mismo recorrido.

La propuesta de ese amor de madre que recupera Mi niña no es muy novedosa. El tema está trillado en el cine, pero en este caso goza de una variante especial que incrementa su atractivo. Se trata de esa aceptación del tiempo en que vivimos en la que los hijos acuden a una fiesta rave o colocan un dispositivo en el teléfono de su madre para tenerla localizada. Parece incongruente, aunque tenga toda la lógica.

Esa misma sensación de huir de lo más lacrimógeno, o de no resultar especialmente sensible, hace que la propuesta no sea tan vigorosa como cabría esperar. A veces se salta de un asunto a otro sin que parezca que haya una lógica continuidad, o se insertan situaciones que se desvían de la línea principal, como la visita del inspector de sanidad al restaurante de la protagonista. Por eso resulta más apta para las madres, que ven a Heloise convertida en una gallina clueca, el reflejo de su amor por los hijos.