Tigre blanco (The White Tiger) (***1/2)

Todo por la casta
Balram Halwai narra su ascenso épico de aldeano pobre a empresario exitoso en la India moderna. La sociedad le ha entrenado para ser un sirviente por lo que se vuelve indispensable para sus ricos amos. Finalmente, se da cuenta de los extremos corruptos a los que llegarán para atraparlo y salvarse ellos.
Hasta el cine de ciencia ficción nos ha dejado propuestas en las que algún habitante de una clase inferior desea subir de nivel. Casi siempre, a consecuencia de una historia de amor. Sin embargo, la primera película de Ramn Bahrani fuera de los Estados Unidos tiene un mensaje distinto. Siguiendo la novela del indio Aravind Adiga, narra la ascensión de su personaje central, un muchacho pobre que se convierte en un emprendedor de éxito.
Balram -Adarsh Gourav- pertenece a una casta inferior. Vive en Lashmangarh y es un buen estudiante, merecedor de una beca en Delhi. Su familia detenta un puesto de té bajo la férrea mano de su abuela, ejemplo del matriarcado. Cuando no pueden pagar al cacique que viene a cobrar lo que considera suyo, no le queda más remedio que abandonar los estudios y dedicarse a partir briquetas de carbón.
Su padre muere de tuberculosis y durante el funeral toma la decisión de rebelarse. Para él, hay dos clases de castas: los que tienen la barriga llena y los que no. No desea correr la misma suerte de su familia, y tampoco acepta un matrimonio concertado. Por eso solicita de su abuela trescientas rupias para aprender a conducir a cambio de la mayor parte de su sueldo. Con insistencia, termina convirtiéndose en el chófer de Ashok -Rajkummar Rao-, el hijo menor del cacique, que ha regresado de Nueva York con su esposa Pinky Madam -Priyanka Chopra-.
En India los sirvientes están educados para ser absolutamente serviles. Sus amos pueden dormir en un hotel de cinco estrellas que ellos ocuparán un camastro sito en el garaje. Incluso, afirma que el sueldo a percibir es demasiado alto. A cambio, se antojan imprescindibles y a Balram no le importa emplearse a fondo y rebajarse lo necesario con tal de conseguir su propósito. No es otro que convertirse en uno de esos hombres con la barriga grande. Llega a disfrazarse de marajá para complacer a quienes le tienen contratado.
La novela permite a Bahrani explayarse en la principal constante de su cine: la injusticia que separa a los adinerados de los menos afortunados. Retrata como pocos a las clases bajas y su protagonista es el vehículo perfecto. Así hasta que llega un suceso trágico que pone en evidencia hasta donde pueden llegar quienes pertenecen a una casta superior para salvar su trasero. Es la gota que colma el vaso en una historia en la que se pone de manifiesto la corrupción política y social.
Balram narra sus vivencias a través de una carta al primer ministro chino, que visitará su país en breves fechas. Asistimos a la ascensión de un muchacho humilde que se convierte en un promotor de éxito. Considera que la raza blanca está agotada porque está siempre pendiente del teléfono y debido a su propio descuido. El futuro se reserva a los amarillos y a los aceitunados.
Cómo llega hasta allí se hace de rogar. El metraje se extiende a más de dos horas y si no decae tanto como podría esperarse es gracias al trabajo de dirección y a un montaje excelente. Mientras, expone las diferencias en un país donde convive la miseria con la exaltación monetaria. Utiliza a su personaje central como ejemplo de rebeldía. También a Pinky Madam, que no acepta las concesiones de su esposo a su padre y a su hermano mayor. El divorcio es casi imposible en India, pero ella ha vivido en Nueva York y ha visto otras condiciones.
Esta producción de Netflix se aleja de los parámetros de Bollywood. No hay una historia de amor, ni bailes o enfrentamientos entre mafias. Todo es más congruente en este drama con pasajes ligeros que pretende ser lo más realista posible. No hay concursos para ganar un millón, llega a decir el protagonista en un relato en el que sobra la disculpa china, pero que es un debe hacia el texto literario. Hay mucho trasfondo sociopolítico en el film. Quien no quiera apreciarlo se podrá entretener con la aventura de Balram.
El fin justifica los medios en este caso. El protagonista pudo haber llevado a cabo acciones sumamente reprobables, pero las da por bien empleadas. No le importa regresar al lodo. Para él, merece la pena por haber vivido, aunque solo fuese un momento, con la barriga bien llena.