Odio, de Dani Rovira (***)

Las cosas que no me gustan
Sobre el escenario del Teatro del Soho de Málaga, el actor Dani Rovira aporta su visión más sincera, delirante y sin filtros sobre el ser humano en estos tiempos. Se trata de un monólogo en el que arremete contra situaciones muy dispares. También contra algunas personas, aunque sea él quien salga perdiendo.
Sostiene Dani Rovira que no es normal estar enfadado todo el día, pero que el odio y las noticias malas enganchan. Desde luego, como sabemos que las desgracias ajenas cunden más que los éxitos. Por esa misma razón los noticiarios se apuntan a más tragedias que a noticias positivas. Tras superar el cáncer, el actor regresó a los escenarios con este monólogo que Netflix grabó para sus abonados en el Teatro del Soho de Málaga el 14 de noviembre pasado.
Con la etiqueta de segundo asalto, se enfrenta en solitario al público con la ayuda de poco más de una decena de diapositivas, lo que habrá supuesto más de un quebradero de cabeza para el director de esta propuesta audiovisual, Mario Briongos. Especialmente a la hora del montaje. Sin alharacas, la función llega hasta nosotros con naturalidad. No nos perdemos las evoluciones de Rovira sobre el escenario y comprobamos la reacción de un público que llenó el aforo en menos de veinticuatro horas.
El monologuista repasa en casi hora y media sus fobias, que bien pueden ser sus filias si exceptuamos el estrés de Madrid, que constituye la parte más álgida de su actuación. Comienza con un valor seguro, ya que saca punta a ciertos gestos del futbolista Lionel Messi dando a entender que le falta un hervor. Sigue con el caos de la capital de España y no deja títere con cabeza cuando arremete contra los dueños de mascotas, ya sean perros o gatos.
Tras meterse, envidiando sus éxitos, con otras figuras populares, como Rafael Nadal o Meryl Streep, finaliza midiéndose con Hugh Jackman. Ya lo advierte sobre el escenario: las comparaciones son odiosas. Y más en este caso, porque sale perdiendo en todos los aspectos que plantea. Una razón más para detestarlo. Todo es una broma. También las citas a Clara Lago o a su paisano Antonio Banderas. Al final se encarga de aseverarlo, mostrando su admiración por cada uno de ellos.
Previamente, al principio de la función pide perdón si alguien puede sentirse ofendido. No es más que un espectáculo. Reconoce que el público acude a verle para reírse y él pretende que lo haga. ¿Qué forma mejor que intentar dejar en ridículo a personajes famosos? Hay que tomarlo de esa forma, porque es el propio Rovira el primer en mofarse de sí mismo. Incluso del cáncer recientemente superado.
El público, que ya estaba ganado, lo tiene metido en su bolsillo. Además, con su experiencia como monologuista, domina el escenario, concede a sus frases el respiro necesario y sus muecas están ajustadas. Por eso, la propuesta de Netflix es un valor seguro para sus abonados. Independiente de que el texto sea más o menos afortunado. Con una gran comicidad en ocasiones, sube la temperatura y los momentos valle, que también son intensos. En ningún momento se rebaja porque, con otro nombre famoso, vuelve a arrancar aplausos y carcajadas.
Hay un guiño especial para los malagueños. Referencias a su infancia, a su principal equipo de fútbol y a algunos lugares. Representa un cheque al portador. Usa un lenguaje directo, coloquial. Si se equivoca conscientemente, o no, sale del paso con naturalidad. Verter o vertir. Hay dos formas de decirlo, una bien y otra mal. Ya está. Así de sencillo, como sus referencias directas, sus gestos y una realización que no quiere ser protagonista en ningún momento.