Los Estados Unidos contra Billie Holiday (The United States vs. Billie Holiday) (**1/2)

Pionera dama del jazz
La legendaria Billie Holiday, una de las mejores intérpretes de jazz de todos los tiempos, pasó la mayor parte de su carrera siendo adorada por sus fans alrededor del globo. Mientras, el Departamento Federal de Narcóticos de Estados Unidos la fijó como objetivo mediante una operación encubierta.
Si tuviera que elegir a las mejores cantantes de jazz del siglo XX no tendría duda en destacar un triunvirato formado por Mahalia Jackson, Ella Fitzgerald y Billie Holiday. Tres estilos distintos, tres fuerzas de la naturaleza. La primera elevó el góspel, la segunda tenía una extraordinaria capacidad vocal, y Billie dotó a ese género de un maravilloso swing. Tanto, que Frank Sinatra dijo en más de una ocasión que había sido su máxima influencia.
Diana Ross la encarnó en Lady Sing the Blues, y fue conocida por el apodo de Lady Day. Gozó de un éxito irrefrenable en su país, e incluso triunfó en una gira efectuada por el Viejo Continente, tal y como se relata en este biopic basado en el libro de Johann Hari. Su vida estuvo marcada por sus amantes, las drogas y, desde luego, su música. Especialmente por el tema Strange Fruit. La compuso Abel Meeropol y ella la grabó en 1939.
Se trata de una de las primeras canciones en pro del movimiento por los derechos civiles y se alzaba con fuerza denunciando el linchamiento de los afroamericanos en el Sur de los Estados Unidos. Para entonces, la cantante ya era famosa después de haber sido descubierta por John Hammond y de haber actuado y grabado con la orquesta de Benny Goodman. Aquel fue su amante, como después lo sería su pianista, Bobby Henderson.
Quien primero se destaca en la película es Jimmy Monroe -Erik LaRay Harvey-, con quien se casó el 25 de agosto de 1941. No se había divorciado cuando vivió una relación turbulenta con el trompetista Joe Guy -Melvin Gregg-, y finalmente se la relacionó con Louis McKay -Rob Morgan-, un mafioso que no consiguió apartarla del mundo de las drogas. Ella fumaba marihuana desde los catorce años, consumía opiáceos y parece ser que fue la heroína la que terminó con su existencia. Todos ellos tenían como denominador común la violencia, si bien ella no se quedaba atrás.
Fueron, precisamente, los amoríos los que más afectaron su carrera. El Agente Federal Jimmy Fletcher -Trevante Rhodes-, con quien Billie vivió un tumultuoso romance fue el encargado de seguir sus movimientos por orden de Harry J. Anslinger -Garrett Hedlund-. Eran los tiempos de la caza de brujas del senador McCarthy y Billie Holiday se convirtió en objetivo prioritario para escarmentar a los afroamericanos drogadictos. Además, su empeño en interpretar Strange Fruit en sus actuaciones era un argumento más en favor de los federales.
Esta adaptación dirigida por Lee Daniels resulta farragosa. Mucha solemnidad y cuidado estético, pero sin una línea clara y, lo que es más preocupante, sin definir lo que realmente se pretende contar. Parece una mezcolanza de idas y venidas en las que tanto se destaca una protagonista pasional, como decidida a ser ella misma. Se salpican situaciones de todo tipo, incluso ahorcamientos de gente de color, que parecen pertenecer a diferentes historias. La continuidad es algo que se ha obviado en este film.
Los verdaderos valores de esta cuidada producción, que incluyen la ambientación, el vestuario y el maquillaje, son la música y la interpretación de Andra Day. Se pasa por alto el cambio de voz de Billie, que pasó de un tono infantil a dominar el swing. Ni tan siquiera se hace mención a sus condiciones limitadas como vocalista, ya que solo tenía el registro de una octava. Las canciones soportan el conjunto además de la formidable actuación de Day en su primer papel protagonista. Ganadora del Globo de Oro, la responsable del tema Rise Up, cuyo videoclip fue rodado por M. Night Shyamalan, se entrega sin reparos como si de una profesional curtida se tratase. También hay que dar el mérito que le corresponde a Lee Daniels, que en todos sus largometrajes ha demostrado ser un más que solvente director de actores.