2020, Agustina Mendoza Gabarre, Alejandro Gabarre Mendoza, Angelines Gabarre Mendoza, Ángelo Gabarre Mendoza, Cañada Real, Davíd Gabarre Mendoza, David Gabarre Duro, David Gabarre Jiménez, Isabel Gabarre Mendoza, Isabel Lamberti, María Duro Rego
La última primavera (**)

Adiós a la Cañada Real
En un barrio de chabolas a las afueras de Madrid, surgen tensiones entre las autoridades y los vecinos, ya que los terrenos han sido vendidos y las familias son obligadas a abandonar las casas que ellos mismos han construido. Cada uno lucha a su manera con sus vidas en la cuerda floja.
En la Cañada Real, un barrio periférico de las afueras de Madrid, el terreno en el que están construidas las chabolas en las que viven sus vecinos han sido adquiridas por particulares. Las autoridades se ven obligadas a realojar a todas esas familias en pisos de protección oficial. Con los Gabarre Jiménez como protagonistas, asistimos a las vivencias de una comunidad desubicada y también a la resistencia que, a su manera, mostraban para no abandonar su hábitat.
El primer largometraje de la hispana-holandesa Isabel Lamberti navega entre el documental y la ficción. Lo hace con actores no profesionales, verdaderos protagonistas de su realidad. De esa forma proporciona un mayor verismo a su relato y la autenticidad que proclama se deja sentir en cada uno de sus fotogramas. David Gabarre Jiménez es el patriarca. Un chatarrero que intenta sacar adelante a los suyos con la complicidad de su esposa, Agustina Mendoza, un ama de casa abnegada y comprensiva.
El hijo mayor, que lleva el nombre del padre, no necesita excesivos diálogos. Su presencia ante la cámara se hace notar con la ratificación de saber lo que quiere y de la experiencia de la vida acumulada en sus pocos años. Su compañera, María Duro Rego, no pertenece a ese pequeño microcosmos, pero ha decidido integrarse en él pese a la oposición familiar. Todos viven bajo el mismo techo junto a Alejandro Gabarre Mendoza, el hijo pequeño y prácticamente el protagonista de esta historia.
La propuesta de Lamberti es muy condescendiente. Quiere reflejar el sentimiento y las vivencias de la familia desde el momento en que la policía les confirma que en una fecha próxima se procederá al realojo. Alejandro busca trabajo como peluquero, mientras el resto de los suyos lamentan que hayan de abandonar un lugar construido con sus propias manos y después de mucho esfuerzo. Tampoco podrán vivir juntos en el futuro. Son dos familias distintas, puesto que David y María tienen un hijo y otro está en camino.
Las referencias a los coqueteos con acciones ilegales en la Cañada Real, que han sido tan aireadas, prácticamente no se reflejan en este trabajo. Únicamente, las tentaciones externas para que Alejandro guarde trozos importantes de automóviles de alta gama sustraídos previamente. Su hermano mayor le reprende por ello y le ayuda a escapar y a limpiar sus huellas cuando se produce una redada.
La idea pasa por evitar complicaciones y no profundizar en lo que realmente pasa en esos colectivos. Si se ha denunciado que hay enganches ilegales de luz eléctrica, el patriarca arregla unos cables pelados dentro de la más pura ortodoxia legal. Salvo los basureros en los que buscan chatarra, todo está limpio y en disposición de revista. Como si se tratase de una de esas calles de Los Ángeles que nos ofrece el cine norteamericano en la que hasta las papeleras están vacías.
Con una hora y cuarto de duración, la película muestra una mirada fresca, involucrada con los problemas sociales, pero muy superficial. Presentada en una de las secciones del Festival de San Sebastián, denota cariño por la situación de los protagonistas a lo largo de una ficción que alberga una absoluta realidad. Mantiene el interés y exalta la desaparición obligada de una existencia libre que ser verá cortada de inmediato. La cámara se mueve con acierto y el mayor problema del conjunto es que puede decepcionar a esa mayoría de público que podría esperar un mayor compromiso.
From → Cine
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