La violinista (Viulisti) (**1/2)

Ausencia de sensibilidad
Una famosa violinista ve su exitosa carrera truncada por un accidente que le resta sensibilidad en las manos. Recurre a dar clases a jóvenes músicos con talento y Antti, casi dos décadas menor que ella, atrapa su atención. Su relación va más allá de la docencia, lo que deparará inesperadas consecuencias.
Cuando alguien se encuentra con un primer papel protagonista en el que puede demostrar sus dotes interpretativas es suficiente para que su carrera de un giro de ciento ochenta grados. Esa es la oportunidad con la que se ha encontrado Matleena Juusniemi gracias a Karin Nodström, una brillante violinista, reconocida mundialmente, cuya carrera se ve truncada tras ser atropellada una noche. Perdió la sensibilidad de tres de sus dedos de la mano izquierda, así como la fuerza necesaria en su muñeca para volver a ejercer su profesión.
Aunque se afana en superar la dolencia, le resulta imposible. Durante meses intentó un sonido aceptable con el arco y las cuerdas sin conseguir su propósito. Incluso, surgen los primeros problemas con su esposo Jaakko -Samuli Edelman-. Finalmente, opta por dar clases a jóvenes talentos en la localidad finesa donde vive sin dejar a un lado la posibilidad de dirigir, para lo que pide ayuda a un famoso profesional, Björn Darren -Kim Bodnia-, del que fue amante una década atrás.
Entre los aspirantes a virtuosos se encuentra Antii -Olavi Uusivirta-, de veintisiete años, dieciocho menos que su nueva maestra. A pesar de que comparte piso y amor con otra compañera, Sofía -Misa Lommi-, se acerca demasiado a Karin. Tanto, que acaban teniendo una relación en la que, incluso, ella da el primer paso. La fijación por el chico la lleva a que Björn le seleccione, pese a que no era su primera opción, para un concierto en la capital donde debe interpretar una pieza de Félix Mendelssohn en la que ella era una auténtica especialista.
Hay más sexo que pasión. Posiblemente, la violinista no piense el alcance de sus actos ni las repercusiones que puedan tener en su familia. Entre la insatisfacción en el matrimonio, y la depresión por no seguir adelante con su carrera, desemboca en un juego alocado de consecuencias imprevisibles. Es posible que no sea totalmente consciente de la mayoría de sus actos, pero ese es un aspecto que Paavo Westerberg, debutante tras las cámaras, no acierta a componer de manera efectiva.
Las piezas musicales ayudan a que lleguemos sin aparente esfuerzo al desenlace. Se puede alcanzar sin que ocurra nada especial o se desate una tormenta cuando en Helsinki coincidan el marido, el amante y el hombre que, después de diez años, sigue enamorado de ella. Durante ese tiempo nos vienen a la mente otras propuestas semejantes. La historia es casi es tan vieja como el propio cine, aunque por la temática está muy próxima a La pianista, el film de Michael Haneke que triunfó en el Festival de Cannes en 2001. En esa ocasión, el drama estaba construido sobre bases mucho más sólidas.
En El otro amor, Barbara Stanwyck también encarno en 1947 a una concertista de piano que, gravemente enferma, vivió en Montecarlo un romance particular. Quizá, con esos títulos en la mente, hubiéramos preferido que Westerberg se hubiese centrado algo más en las inquietudes profesionales de cada uno de sus personajes. Karin desea encontrarse con nuevas responsabilidades en la música, pero su experiencia como directora no se demuestra. Björn se llega a preguntar hasta que punto se aprovechan de él mientras está sobre la ola. En cuanto a Antii, no entendemos bien la naturaleza de sus actos.
Aunque el drama es efectivo de cara al espectador, no deja de mostrar lagunas importantes que afectan a cada uno de sus personajes. Hay demasiadas líneas difuminadas en sus perfiles y no llegan a concretarse. Ni siquiera con un final abierto del que se pueden extraer diversas deducciones. La banda sonora y la buena interpretación de Matleena Juusniemi, pero sobre todo de Kim Bodnia, que desearíamos que tuviera una mayor intervención, son los puntos básicos sobre los que descansa este film de buena factura, elegante y con débitos subsanables.