Fast and Furious 9 (**1/2)

Más alto y a mayor velocidad
Dom Toretto se verá obligado a enfrentarse a los pecados de su pasado en su deseo de salvar a quienes más quiere. El equipo se vuelve a reunir para impedir un complot a escala mundial, liderado por uno de los asesinos más peligrosos y mejor conductor a los que se han enfrentado: el hermano desaparecido del propio Dom.
Sabemos que hay mucha gente que sigue de manera ciega esta franquicia que, spin-offs aparte, alcanza ahora su novena entrega y ya se anuncia la siguiente. Es el triunfo de la velocidad y los automóviles de alta gama cuyo título original ha fagocitado a las diferentes malas traducciones de diversos países. Máxime, en un tiempo en el que cada vez tenemos vehículos más rápidos y la normativa vigente impide que se le saque el máximo partido.
Hace mucho tiempo que la saga abandonó en parte el espíritu original para convertirse en una especie de Misión imposible sobre ruedas. Cada entrega parece adecuarse al espíritu circense del más difícil todavía. Razón por la que sigue conservando una legión de adeptos que, una vez más, no saldrán defraudados de este capítulo que vuelve a contar con Justin Lin, un artesano correcto, como responsable de la dirección.
Con más de ciento cuarenta minutos de metraje, la historia mira hacia el pasado. Conocemos como murió el padre de Dom Toretto -Vin Diesel- durante el desarrollo de una carrera de Nascar y también que tiene un hermano, Jakob -John Cena-, que es un ladrón eficiente, un asesino y un conductor avezado. Será quien se una a Cypher -Charlize Theron-, una criminal adinerada y ciberterrorista acostumbrada a salirse con la suya. A pesar del atractivo reparto, en el que se incluye a Helen Mirren y Kurt Russel, lo que menos importa es la interpretación.
Prima el espectáculo y el vértigo. Durante todo el metraje apenas hay descanso y los efectos visuales enriquecen los diferentes escenarios, que van desde Londres a Tbilisi, pasando por muy diversas ciudades. No hacía falta tanto, pero por que prime el entretenimiento que no quede. Ya sabíamos desde el principio que Dom y su esposa Letty -Michelle Rodríguez- se iban a incorporar a la fiesta por muy débil que fuese la excusa. Y en este caso, no lo es. Además del posible enfrentamiento fratricida, una vez más hay que salvar el mundo.
Salimos de una carrera y nos metemos en una persecución. Seguidamente sucede lo contrario. Las mayores novedades consisten en la utilización de potentes imanes capaces de atraer coches o, en el sentido contrario, apartarlos. Los componentes del equipo capitaneado por Toretto se muestran como expertos virtuosos en el tema. No fallan una y consiguen gracias a ello una espectacularidad impresionante. Los efectos visuales son tan potentes como los vehículos que destruyen y como los estragos que causan en los lugares por los que pasan.
Explosiones aparte, el aspecto mencionado resulta más efectivo que el automóvil transformado en nave espacial con Rome y Tej convertido en astronautas. Hasta el espacio exterior llegan esta vez os protagonistas en una aventura inverosímil, pero tan llena de acción que apenas nos da tiempo a replantearnos cada una de las situaciones. Da igual en el cielo que en la tierra.
La vuelta al pasado es una buena excusa para que la franquicia se prolongue en el tiempo. Permite encontrarnos con personajes casi olvidados, como Han Seúl-Oh -Sung Kang-, a quien se daba por muerto a manos de Deckard Shaw en la tercera entrega. Aquella tenía a Tokio como ciudad predominante y a esa gran urbe que regresa este grupo de ex convictos y fuera de la ley que han dejado hace tiempo de pertenecer al lado oscuro.
Una vez más, el guion intenta acercarse al melodrama. No en vano se coquetea con los lazos familiares, incluida Magdalena Shaw, la madre de Owen y del menciona Deckard, enemigos irreconciliables de Dom y compañía. Es la parte más endeble, porque lo que de verdad funciona son las secuencias de acción. Da igual el orden en que las veamos. Una vez más, los fans saldrán dando palmas con las orejas gracias a los cambios de marchas y a los giros imposibles de lo vehículos de alta gama o de maquinarias pesadas que parecen plumas.