Descarrilados (**)

Adolescencia en la mediana edad
Año 2000. Cuatro veinteañeros emprenden el viaje soñado en el Interrail, pero la aventura, y de paso su amistad, acaban de manera abrupta. Dos décadas después Juan Luis ha fallecido y ha decidido donar su jugosa herencia a los que fueran sus amigos. A cambio les pide que repitan el viaje llevándose con ellos sus cenizas.
El tren parece haberse convertido en el medio de locomoción por excelencia este verano. Santiago segura viaja en familia a Asturias, tres inglesas emprenden el viaje de sus vidas por el continente y otros tantos españoles se suben al Interrail. Ahora, esta oferta la podemos certificar desde nuestro teléfono móvil y así disfrutar de un recorrido por treinta y tres países europeos. No sucedía lo mismo, cuando los protagonistas de esta historia se embarcaron hace veinte años en esa aventura con sus mochilas al hombro y despuestos a pasárselo bien.
Pepo -Julián López-, Roge -Ernesto Sevilla-, Costa -Arturo Valls- y Juan Luis se lanzaron por Europa basándose en su cercanía y en las posibilidades que se les brindaba, pero su primera parada en París resultó un fiasco, que terminó con el viaje y con su amistad. Veinte años después fallece Juan Luis y su abogada –Ana Millán– reúne a los supervivientes para anunciarles el estamento del finado. Tras ganar un premio en la lotería, les dona seiscientos mil euros siempre y cuando repitan íntegro aquel viaje y lleven consigo sus cenizas.
Además, deberán grabar un video de cada una de las etapas y subirlo a sus redes sociales. A priori, las diferencias entre los tres resultan evidentes, pero entre el cebo del dinero y rendir tributo al amigo que se fue, deciden aceptar el reto y se ponen en marcha convertidos en adolescentes de mediana edad. Repiten con sus mochilas al hombro, aunque también menos experiencia social de lo que su edad pareciera.
Con los actores que encabezan el reparto no hay duda de que nos vamos a encontrar frente a una comedia alocada. Con el colesterol amenazando, pretenden llevar a cabo los excesos que tenían previstos dos décadas atrás. Hablamos de sexo, alcohol, drogas y otros divertimentos que para unos jóvenes pueden resultar obvios, pero que para el trío protagonista no son mása que patéticos. A ello hay que sumar otras situaciones connaturales a este tipo de propuestas, que pasan por confundirse de tren y ciertos anacronismos más graciosos que sorprendentes,
No faltan personajes más o menos estrafalarios, y entre ellos destaca la presencia de Dafne Fernández. Colabora a una suerte de comedia bufa en la que Julián López vuelve a destacar en uno de esos papeles de personaje apocado que tiene que salir adelante como sea. Sus compañeros aportan sus salidas de tono y chascarrillos más o menos imaginativos por lo que la película suma diversión y alguna que otra pizca de talento.
No en vano aparece respaldada por el guion de David Marqués, que cuenta entre otros trabajos con la idea inicial de Campeones. En la dirección aporta su granito de arena Fernando García-Ruiz, que debuta en el largometraje después del Goya por el corto Como yo te amo. No cabe duda de que son nombres a tener muy en cuenta, lo que unido a los de quienes figuran como cabeza de cartel suponen en cebo atractivo para el espectador.
La propuesta aporta empatía, buen rollo y sentido del ritmo por mucho que el remate de ciertos gags se quede por debajo del tono general. A ello hay que añadir las consecuencias de la pandemia por la COVID-19. En lugar de pasear el rodaje por diferentes ciudades europeas, la expedición se quedó en Bilbao, donde a base de cromas y mínimas filmaciones exteriores se ultimó la producción. Precisamente, esos fondos insertados mediante efectos visuales llegan a notarse en exceso.