Reminiscencia (Reminiscence) (*1/2)

Vivir entre recuerdos
Nick Bannister es un investigador privado que ayuda a sus clientes a recuperar recuerdos perdidos. Un día, su vida cambia cuando aparece Mae, una nueva clienta que se convertirá en una peligrosa obsesión. Mientras intenta saber por qué la chica ha desaparecido, descubre una violenta conspiración.
Nos situamos en un futuro próximo. Un mundo distópico en el que el cambio climático prácticamente ha convertido Miami en una especie de Venecia, aunque cambiando sus bellos edificios renacentistas por rascacielos. La empresa de Nick Bannister -Hugh Jackman- ayuda a sus clientes a recuperar sus recuerdos. Con la ayuda de Emily Watts Sanders -Thandie Newton- y la utilización de una especie de cama de agua y unos auriculares facilita que cualquiera rememore y sienta como real su vivencia más preciada.
En Desafío total, Arnold Schwarzenegger tuvo que luchar con recuerdos implantados. Era otra cosa, porque la voz aséptica y melancólica de Jackman nos da detalles de una existencia pesimista. Su personaje, micrófono en mano, es una especie de guía turístico por los recuerdos de cada cual. Por ejemplo, el de una mujer que revive la pasión amorosa con su amante fallecido. La sombra de Paul Verhoeven se proyecta en varias direcciones.
La oferta de nostalgias da un giro radical cuando aparece una clienta que no disponía de cita previa. Mae -Rebecca Ferguson- es una mujer fatal que provoca en Bannister tal obsesión que le lleva al borde del precipicio. Por su arte, la abnegada Watts sabe más de lo que aparenta y sufre por su socio al que le tiene que salvar el cuello dada su experiencia como marine, soldado o lo que sea dentro de varios años.
El personaje central profundiza en su faceta de investigador privado para averiguar la razón por la que la mujer de sus sueños desapareció de repente. Atrás quedan sus vivencias conjuntas y en el presente utiliza todos los medios a su alcance, incluidos los de su empresa, para responder sus interrogantes. Sin pretenderlo, pero de forma inexorable, se mete de lleno en una violenta conspiración.
La reminiscencia que se asocia con los recuerdos tiene también un punto en el recuerdo de Philip Marlowe o similares. Todas las características del cine negro se concitan en este primer largometraje tras las cámaras de la guionista, que contó con un presupuesto disparado para culminar un film que aúna distintas propuestas ya vistas sin conseguir hilvanarlas con acierto. Huck Jackman casi pasa desapercibido en un papel demasiado plano que ya quisiera parecerse, aunque fuera en la lejanía, al interpretado por Nicholson en Chinatown.
Ni el reparto, ni los efectos digitales, o la partitura de Ramin Djawadi nos sacan del tedio que nos produce una historia que comienza de manera sugerente para sumergirse más tarde en una espiral de tipos fuera de la ley y una droga adictiva de la que parece imposible alejarse. Cyrus Boothe -Cliff Curtis- se presenta como un punto de inflexión. Tampoco se narra de manera efectiva, lo que lleva a momentos farragosos y a la insistencia e que con tanto regresar al pasado e insistir en un mismo pasaje, se puede quedar anclado en él de por vida.
El neo-noir se funde con la ciencia ficción y, sobre todo, en un proceso romántico cuyos tentáculos llevan, como mandan los cánones, a los bajos fondos. En pocos momentos, aquellos en los que la película sobresale, el guion y la cámara se centran en el mismo objetivo. Lo malo es su dispersión, que alterna el thriller con el futurismo, la distopía y un romance condenado desde el primer momento, cuando Mae aparece con uno de sus sugerentes vestidos. Los mimos que repetirá en varios colores con modelos semejantes.
En el aire, flote una pregunta. ¿Hasta dónde llegarías para aferrarte a tus seres queridos? Una buena opción. Semillas de primer orden que se angostan en un pedregal de situaciones previsibles que terminan por disminuir casi toda la intensidad de un propósito loable.