Seis días corrientes (Sis dies corrents) (***)

La experiencia de un manitas
Una semana en la vida de Valero, Moha y Pep, trabajadores de una pequeña empresa de fontanería y electricidad de las afueras de Barcelona. Cada capítulo se corresponde con un día de su semana laboral y se construye alrededor de la relación que se establece entre los protagonistas y los clientes que han solicitado sus servicios.
Ganadora de la Espiga de Plata y el Premio del Público en el Festival de Valladolid, también fueron destacados sus actores en Locarno. El segundo largometraje de Neus Ballús es tan sorprendente como el primero. Sobre todo, porque se refiere a personajes que uno puede encontrar en la calle, o esperando que se ponga verde la luz de un semáforo. Son historias cotidianas que, por cercanía, casi nunca atinamos a vislumbrarlas. Prácticamente insignificantes que, bien contadas, como es este caso, pueden llegar a deslumbrarnos.
Moha –Mohamed Mellali- pronuncia una especie de diario verbal después de acudir a una oferta de trabajo en una empresa de fontanería y electricidad en las afueras de Barcelona. En ella se encuentra con Pep –Pep Sarrà-, un veterano a punto de jubilarse y Valero –Valero Escolar-, bastante vago, curioso y exponente del ya vale. El joven, oriundo de Marruecos, está a prueba durante una semana y en los seis días laborables acompañaremos a los tres en distintos inmuebles donde se ha reclamado su presencia.
A la vista de este film nos planteamos la relación que se establece entre nosotros como demandantes con los operarios que nos visitan para reparar cualquier desperfecto. Vemos la paja en el ojo ajeno, ya sea con una mujer solitaria, una empresa, un piso perteneciente a una gran edificación, o una empresa. El humor preside esta propuesta, aunque casi siempre sea bastante simple. En este aspecto destaca el personaje aportado por Valero a causa de un comportamiento difícilmente edificante.
Neus Ballús nos ofrece pinceladas de unos quehaceres cotidianos y las lleva a cabo con una cierta sensibilidad y una puesta en escena muy aceptable. Incluso, se luce con habilidad en posiciones con tiros de cámara estrechos que resultan muy definitorias. Roza también otros aspectos, incluido los pisos turísticos, aunque no profundiza en ellos porque da preferencia a esos momentos costumbristas que caracterizan la proyección.
Los dos operarios fijos entremezclan el catalán con el español. Denota, especialmente en el caso de Valero, una procedencia no catalana. Moha intenta comunicarse a su manera, pronunciando lo mejor posible en dos idiomas que no domina. Por eso, cuando reflexiona lo sucedido cada día lo hace en árabe. Los problemas de un inmigrante en un país al que intenta adaptarse tampoco representa uno de los referentes del guion.
La película no se sumerge en complicaciones más allá de los momentos en los que la puesta en escena se hace más exigente. Tampoco lo pretende. No decae, pero tampoco consigue momentos excitantes. Se mantiene en una línea notable bastante continua. Con una aproximación al documental, muestra pasajes de una agudeza evidente. Sobre todo, cuando refleja la incomodidad que suele acompañar a los trabajadores de mediana edad.