The Sparks Brothers (****)

Hermanos musicalmente subversivos
Hijos de la década de los años 60, Ron y Russell son dos hermanos de Los Ángeles que se alimentaban a base de palomitas de maíz y música pop hasta que el fulgor de los espectáculos musicales iluminó un camino que ha dado como fruto 25 álbumes de estudio a lo largo del último medio siglo.
Se han juntado dos elementos en este documental que justifican de manera determinante que nos encontremos ante una de las grandes sorpresas del año. Los hermanos Ron y Russell Mael llevan cincuenta años dando guerra en el mundo de la música. Exponentes en su momento del glam, nacieron con el rock de Elvis Presley y el soul de Little Richards. Su última aportación ha sido, nada menos, que la banda sonora de Annette, con la que muchos los han descubierto. Del otro puntal del film, Edgar Wright, hablaremos después.
Después de unos comienzos con muchos titubeos, pasando de California, su tierra natal, a Inglaterra, y regresando a su país, consiguieron grabar su primer álbum. Fue después de que los grupos a los que pertenecía dieran paso a su nombre definitivo. Sus letras eran muy distintas y avanzadas a su época. Computer Girl, en plenos años 60, cuando muy pocos sabían lo que era un ordenador, era visionaria. ¿Y que decir de aquella chica alemana? Es el mismo país, pero distinta gente, les decía a sus padres judíos el hombre enamorado.
Creo que una de las mejores definiciones de Sparks es que se trata de la banda favorita de tu banda favorita. Sus actuaciones en directo resultaban inolvidables, pero la venta de discos nunca estuvo a la misma altura. Precursores de bandas como Queen, eran admirados por todos los músicos de su generación, y de las venideras. Russell era un cantante atractivo, de voz con muchos matices y siempre bien valorado. A los teclados, Ron presentaba un bigote hitleriano que no pasaba desapercibido. Era el Charlot del pop.
El mayor problema del dúo era el humor que destilaba. Sus letras eran irónicas y subversivas. Sus presencias en el escenario estaban llenas de una comicidad que devaluaban su prestigio. Sin embargo, eran muy respetados en su profesión y contaban con una legión de músicos que ansiaban tocar con ellos. Sparks han creado escuela por mucho que pertenezcan a ese colectivo poco conocido de profesionales imprescindibles. Un nombre semidesconocido que los propios norteamericanos identificaban erróneamente como británicos.
Aquí entra en juego Edgar Wright, un cineasta que sabe extraer el alma en todas sus propuestas. Da igual que hablemos de cine de acción –Baby Driver– que de terror –Zombies Party-. Todas sus propuestas cuentan con un humor casi constante que revalúan sus trabajos audiovisuales. Por eso, la biografía de Sparks le va como anillo al dedo. Apenas nos da respiro, y alterna la formidable música del dúo con temas de la época a la que se refiere, declaraciones a cámara de estrellas del pop, y músicos de menos renombre rendidos a los Mael.
Se apoya con imágenes de archivo, recortes de películas que ilustran las frases convertidas en sentencias, e incluso animaciones sorprendentes. Sobre todo, destacan las palabras de Russell y Ron. ¿Cómo se conocieron? Somos hermanos, afirman. La muerte de su padre, un original artista plástico, cuando eran adolescentes, marcó su vida y les unió sobremanera. Espléndido trabajo, que quieres seguir viendo pese a las más de dos horas de duración. Para quienes conozcan a Sparks puede que les sepa a poco; para el resto, será un descubrimiento capital.