En la casa de al lado (Andra sidan) (**)

Shirin se acaba de mudar a una casa adosada en las afueras de la ciudad con su compañero Fredrik y el hijo de este, Lucas. Cuando Fredrik está fuera del trabajo, comienzan a llegar sonidos extraños desde la otra parte deshabitada de la casa. Y el niño, de repente, afirma que tiene un nuevo «mejor amigo».
Una pareja con un niño en una casa que guarda secretos. Ingredientes clásicos del género de terror para una producción que, esta vez, nos llega desde Suecia. Son dos los codirectores que se internan en este tipo de historias. Tord Danielsson y Oskar Mellander hacen su debut tras las cámaras para fundir en su propuesta un argumento de casas encantadas y el conocido por estas latitudes como El Hombre del Saco.
Una pareja compuesta por Shirin -Dilan Gwyn- y su compañero Fredrik -Linus Wahlgreen- visitan una casa que desean adquirir. Les acompaña Lucas -Eddie Eriksson Domínguez-, el pequeño hijo de Fredrik, quien recela de la habitación que, en principio, le asignan. Cuando se instalan se dan cuenta de que su nueva vivienda es un adosado y que la parte contigua está deshabitada. Se halla situada en una urbanización de construcciones semejantes, aunque durante el desarrollo da la impresión de que se trata de una edificación aislada.
Los sobresaltos comienzan cuando el hombre debe ausentarse unos días a causa de su trabajo. De pronto, Lucas comienza a sentir presencias extrañas y afirma que tiene un nuevo amigo. Enlaza con una entrada en cápsula donde se ve como Kim, un chaval de los antiguos inquilinos, es arrastrado por un ente extraño ente hasta desaparecer. Más tarde es Shirin quien comienza a escuchar ruidos y ni el regreso de su compañero o la presencia de la policía sirven para encontrar alguna pista.
Es más, Friedrik acusa a su pareja de que no quiere lo suficiente a Lucas porque hay momentos en los que le deja solo o parece no preocuparse demasiado. En su nueva ausencia, los extraños golpes se reproducen. Además, Lucas cada vez parece más integrao con ese aparentemente imaginario compañero de juegos hasta que se revela la presencia de un hombre mayor, quien pretende llevárselo a una dimensión desconocida tal y como sucedió con Kim. La tensión va en aumento y las dificultades para la indefensa Shirin son cada vez mayores.
Los codirectores llevan a cabo una buena utilización de una vivienda unifamiliar clásica del norte de Europa. Aprovechan sus recursos, aunque no pueden evitar ciertas trampas. Los golpes y ruidos extraños se combinan con la partitura y parece haber una cierta animadversión a encender las luces. Tal vez sea por su precio. De esta forma, crean una atmósfera que nos provoca el desasosiego y que casi nunca parece forzada. Opinión que cambia radicalmente cuanto abandonamos el patio de butacas.
Hay omisiones iniciales que se descubren conforma avanza la película. Por ejemplo, habitaciones cerradas o un gran agujero en el piso. Como si la pareja protagonista no hubiese reconocido a fondo la casa que quieren adquirir, o que estos problemas hubieran aparecido después. Detalles que se pasan por alto en beneficio de una envoltura inquietante que gana en sustos y pierde en originalidad.