Tenéis que venir a verla (6,6/10)

Dos parejas de amigos se reencuentran en plena pandemia. Quedan en verse, escuchan música, hablan, leen, comen, pasean, y hasta juegan al ping-pong.
Con cuatro personajes se puede conformar una película. Apenas se precisan 64 minutos. Lo mismo sucede con una idea que, en realidad, parte de una frase, una invitación que muchas veces se dice por rutina. Un quedamos para otro día o llámame por teléfono. En este caso, se nos remite a un local de la noche madrileña en la que son habituales las actuaciones en directo. Dos parejas en una misma mesa permanecen atentos a un pianista que nos absorbe. El gaditano Chano Domínguez se eleva con sus notas por encima de las imágenes.
La filmografía de Jonás Trueba no se distingue por sus bandas sonoras, pero en este caso el giro es de ciento ochenta grados. Podría ser un corto admirable con el sentimiento del pianista y el arte con el que sus dedos impulsan sus notas. El aplauso es merecido y debería extenderse en cualquier proyección al patio de butacas. Los cuatro protagonistas lamentan no haberse visto en bastantes meses. Irene Escolar confirma el embarazo de su personaje y Francesco Carril, su pareja lo respalda. Viven en la sierra madrileña e insisten en invitar a sus amigos.
La casa unifamiliar y la película
Tenéis que venir a verla, la casa unifamiliar. La invitación, en forma de orden, se extiende a la película. Un efecto subliminal. Siete meses después se reencuentran. Previamente, Vito Sanz e Itsaso Arana, actriz principal y coguionista de La virgen de agosto, pasean por un barrio castizo con las mascarillas que delatan la pandemia por la COVID-19. Asistimos a un fragmento de su día a día. Leen, escuchan música… Intelectuales que se entienden sin mucho que decir. En el ambiente, un libro esclarecedor y algunos pasajes en off que cuesta digerir entre las imágenes.
Es una reunión casi forzada, pero admitida por ambas partes. Las rutinas son normales: indecisión sobre el punto de encuentro, alabanzas a ciertos detalles de la vivienda, viandas apetitosas y una partida de tenis de mesa. Parece que no hay demasiado que contar y sin embargo las imágenes funcionan. Los personajes muestran un interés sin incentivos. Como si el guion hubiera sido escrito al paso o se dejara a la improvisación aquello que no afectase a la situación de la cámara.
Un film de corte minimalista que parte de un espacio reducido, el de una pequeña sala habilitada para conciertos, y termina en un pequeño campo que se abre al cruzar un paso de cebra. Las imágenes atraen, las apenas diez secuencias son coherentes, pero nada puede hacer olvidar la maestría de Chano Domínguez al piano y la forma en que sus notas nos envuelven al inicio del film. Un actor secundario que, sin serlo, deja huella.
Fecha de estreno: 17 de junio de 2022 (64 minutos).