Saltar al contenido

La hija oscura (The Lost Daughter) (***1/2)

17 febrero 2022
La hija oscura

Sola, en unas vacaciones junto al mar, Leda se ve consumida por una joven madre y su hija mientras las observa en la playa. Abrumada por sus propios recuerdos del terror, la confusión y la intensidad de la maternidad temprana, un acto impulsivo desemboca en un extraño y ominoso mundo de su propia mente.

No era fácil capturar el alma de la novela de Elena Ferrante, y menos para una directora primeriza. El debut de Maggie Gyllenhaal tras las cámaras es tan eficiente como inesperado. La historia de su protagonista no es en modo alguno simple. En una época donde la mujer busca igualdades, ella va todavía más allá. Es una madre que busca su propia satisfacción por encima de sus hijas. Además, el relato se desarrolla en dos frentes simultáneos separados por veinte años. No son flashback. Se trata de propuestas dependientes que interactúan entre sí.

Leda Caruso se va de vacaciones a una playa griega situada en el Golfo de Corinto. Parece demasiado a la defensiva, irascible y desconfiada. Así se muestra con Lyle -Ed Harris-, el cuidador del complejo y con Will -Paul Mescal, que lo mismo te mueve la tumbona a la sombra que te sirve una copa o un helado. La americana demuestra su intransigencia cuando no quiere moverse en el arenal para que una familia pueda permanecer junta. No hay duda de que tiene un conflicto interior, algo que necesita aflorar.

Es difícil que pueda concentrarse en la lectura o en acciones relativas a su trabajo. Por el día, hay gente ruidosa; por la noche, el faro próximo, con su luz intermitente, rompe la monotonía. En la playa se fija en una atractiva muchacha joven, Nina -Dakota Johnson-, madre de una niña que juega con una muñeca. Suficiente como para que se vea atormentada por los recuerdos. Jessie Buckley, la feliz intérprete de Wild Rose se encarga de sustituir a Olivia Colman como dama joven. Las tres rayan a gran altura y están en todas las quinielas de los grandes premios.

Nos centramos en una maternidad temprana y en una serie de decisiones discutibles. Leda se apartó de sus hijas durante tres años cuando decidió unir su destino a un colega –Peter Sarsgaard– cuando ella comenzaba a destacar como experta literaria. La sensualidad ocupa un lugar importante en la puesta en escena que, por momentos, se aproxima a un terror contenido en el que los sentimientos individuales priman sobre todo los demás.

La protagonista está abrumada por las decisiones tomadas cuando era joven, pero las que asume en la actualidad también resultan inexplicables. Es una mujer angustiada, que cuando se deja llevar por los impulsos de su propia mente puede cometer actos de los que tenga que arrepentirse.  En el umbral de los cincuenta, sus actitudes están muy lejos de deberse a la crisis de la mediana edad. Más bien, echa la vista atrás y siente que está muy disconforme con hechos de su pasado. Apenas advierte que ahora tampoco tiene motivos para enorgullecerse.

Maggie Gyllenhaal no busca respuestas ni ofrece explicaciones. Es el propio espectador quien debe extraer conclusiones y los personajes del film no van salir bien parados. La fotografía, que remite a vídeos caseros, tan fría como la propia historia, también discurre por dos caminos. La de planos más abiertos con alguna condescendencia en la belleza griega, y la cerrada, casi obsesiva de la mujer joven. Nos invita a meternos dentro de su mente, aunque lo que se calla es mucho más doloroso, y al mismo tiempo eficaz, que lo que se dice.

From → Cine

Deja un comentario

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.