Mad Max: furia en la carretera (Mad Max: Fury Road – Mad Max 4) (****)

‘Mad’ Max Rockatansky, un ex policía de la carretera, sigue vagando desolado cuando conoce a la emperatriz Furiosa. Trata de atravesar un inmenso desierto junto a otras como las Cinco Novias del tirano Inmortan Joe y sus implacables seguidores. Mientras las mujeres buscan el cobijo de Max, éste encuentra en ellas una tabla de salvación.
En los años ochenta, la trilogía Mad Max contribuyó a que la popularidad como intérprete de Mel Gibson se agigantase en todo el mundo. Su responsable, el australiano George Miller, se alejó del cine de acción en 1985 y fue con el género infantil, y más concretamente de animación –Happy Feet-, donde encontró las mayores recompensas e, incluso, un Oscar.
Treinta a los después regresa con Mad Max Rockatansky el personaje de su debut. Se trata de un ex policía de carretera, que vio morir a su mujer y a su hija y desde entonces ha estado vagando por un mundo desértico y apocalíptico. Primero, con afán de venganza y, a continuación, metiéndose en otros líos, porque de otra forma no habría películas, en un panorama de grave escasez tanto de agua como de combustible.
Pese a ser muy reconocible, el personaje protagonista no despierta pasiones generalizadas, como sucede con otros referentes del séptimo arte. Probablemente, hay demasiada brutalidad en sus historias, explosiones abrumadoras y una acción sin tregua. A priori, costaba mucho creer que un septuagenario cineasta, que llevaba tres décadas sin adentrarse en el género, pudiese completar un film lo suficiente vigoroso como propone Mad Max y, al mismo tiempo, olvidarnos del carismático actor que lo había encarnado hasta ahora. Cualquier duda se disipa en la espectacular secuencia inicial, tanto en lo que se refiere a la puesta en escena como a la interpretación.
Tom Hardy cumple como el guerrero de la carretera que, sobre su vehículo de dos ruedas, hilvana este western de estética punk que comienza con el encuentro del personaje central y la absorbente emperatriz Furiosa, de donde se desprende el subtítulo del film. Charlize Theron cuaja una interpretación memorable. Aunque funciona muy bien en pantalla con Chardy, Furiosa termina por imponerse a Max, e incluso llega más al espectador, lo que han aprovechado algunas asociaciones para tachar a la película de feminista. Ganas de incordiar, aunque las cinco chicas que acompañan a Furiosa podrían encargarse de cualquier trabajo, en teoría, reservado a los varones. Son conocidas como las novias del implacable Immortan Joe, incorporado por Hugh Keays-Byrne, a quien ya habíamos vista en la primera entrega de la saga. Ellas buscan cobijo en Mad Max y le ayudarán, posteriormente, cuando sea capturado.
Desde el inicio, y a lo largo de dos horas, ya no hay respiro. El propio George Miller afirma que hay 2.700 cambios de plano en el montaje final, lo que da idea del trabajo –bueno, por cierto- de Margaret Sixel. No se queda atrás la fotografía de John Seale ni la banda sonora del holandés Tom Holkenborg, más conocido por Junkie XL. En su parcela, ha construido una sinfonía que encaja perfectamente por las poderosas imágenes que hay que ver, sí o sí, en pantalla gigante. Cuanto más mejor.
George Miller ha conseguido, casi sin temor a equivocarnos, el mejor blockbuster del año. La verdad, todos podían ser así porque, si aceptas el personaje, te encontrarás con una película con mayúsculas. Su ritmo es frenético, incluso en las secuencias valle en las que debe imperar la calma. Deja a la franquicia de Fast & Furious como un juego de niños y gana por la mano a cualquier súper héroe. No le hacen falta diálogos profundos, ni siquiera prolijos. Las imágenes resultan suficientes, hasta las mínimamente aceleradas, muy al estilo de las persecuciones del cine mudo. Incluso, puede dar motivos para pensar en el papel de la mujer o en lo que nos puede deparar el futuro a consecuencia de un mundo asolado por catástrofes de todo tipo. De cualquier forma, este último punto es para los muy forofos de un Rockatansky que regresa en todo su esplendor.