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A War (Una guerra) (Grigen) (***)

20 septiembre 2017

El comandante de un destacamento noruego en Afganistán toma una decisión que supone la muerte de once civiles, por lo que será devuelto a su país para hacer frente a un dictamen judicial. El militar se enfrenta desde cuatro años de prisión a la cadena perpetua en una historia que pone en discusión las actuaciones militares en un área de conflicto.

Esta producción danesa quedaba por estrenar de entre las candidatas al Oscar al mejor film de habla no inglesa de hace dos temporadas, cuando El hijo de Saúl terminó alzándose con la estatuilla. También se trata de una propuesta bélica, pero en este caso centrada en Afganistán, y gira en torno a un destacamento noruego encabezado por Claus Michael Pedersen –Pilou Asbaek-, actor de cabecera del cineasta Tobias Lindholm, autor igualmente del guion al igual que sucediera en sus propuestas precedentes.

El largometraje pone en solfa la actuación de las fuerzas de pacificación en Oriente Medio. En este caso, una compañía militar danesa en la provincia de Helmand. Cuando uno de sus componentes, con tan solo 21 años, fallece desangrado a causa de la explosión de una mina, su comandante decide ponerse al mando y salir con sus hombres a patrullar. De esta forma, pretende elevar la moral del grupo, bastante tocada por el incidente. Sobre todo, teniendo en cuenta que las suyas son misiones humanitarias, tendentes a proteger a los civiles y velar por su seguridad.

Paralelamente, conocemos a la familia de Claus Michael Pedersen. Su esposa María –Tuva Novotny-, intenta salir adelante con sus tres hijos, uno de los cuales, el más pequeño, echa en falta a su padre y muestra un comportamiento más introvertido y violento de lo normal. De esta forma, se establece un paralelismo nítido entre las actividades en el frente, donde veremos que se debe adoptar una decisión en décimas de segundo, y el estado de la familia de los combatientes, que echan en falta de un modo evidente a los más allegados que se encuentran ausentes por motivos forzosos.

Un nativo llega un día a la base solicitando que su familia pueda quedarse en el cuartel para gozar de la debida protección, pero Claus rechaza su petición. Pocos días después, durante una misión de rutina, su pelotón encuentra los cadáveres de los familiares del hombre que había solicitado asilo para los suyos. En ese momento, se produce una embocada, y el comandante, sin recabar más datos, solicita a un puesto cercano un ataque aéreo para cubrir la retirada de sus hombres. A la mañana siguiente se le imputa la pérdida de once civiles inocentes y es obligado a volver a casa.

Tobias Lindholm continúa con sus planteamientos, tanto desde el punto de vista castrense, como el drama que soportan los familiares de los militares. Si Claus está pensando en declararse culpable ante la Corte, su esposa la hace ver la situación en que dejaría a su familia y la necesidad que tienen sus hijos de crecer con un padre. La solución no es fácil y el protagonista se enfrenta a una causa judicial cuyo tope es la cadena perpetua aunque con una serie de atenuantes podría reducirse a poco menos de cuatro años de reclusión.

Los argumentos proliferan en uno y otro sentido. Hay diversos aspectos que aseguran la culpabilidad del reo y otros tantos que claramente decantan la balanza hacia la libertad sin cargos. La declaración de uno de sus hombres, Lufi Lasse Halssan –Dulfi Al-Jabouri-, resultará determinante.

Con la cámara al hombro, y un montaje excesivamente picado, la historia muestra  diversas ambigüedades dentro del atrevimiento de la propuesta y de algunas disquisiciones que pueden resultar incómodas al espectador. Fuera de Dinamarca, habría que conocer el sistema jurídico del país, y extraña también el poco corporativismo militar que se muestra en el film. La actuación de los destacamentos en  áreas de conflicto se somete a dictamen, aunque no siempre da la impresión de que el autor navegue por el camino correcto. La puesta en escena, con tratamiento de documental, apenas deja respiro. Tanto, que un mínimo amanecer o un plano que supere los dos segundos parece toda una eternidad dentro del ritmo vertiginoso que Lindholm propone en sus encuadres. Al final te acostumbras, pero al inicio puede provocar cefaleas.

From → Cine

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