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A Ghost Story (***)

2 octubre 2017

Un músico fallece en un accidente de coche delante de su casa. Tras ser reconocido el cadáver por su esposa, el fallecido se levanta de la camilla de la morgue y regresa al que fuera su hogar convertido en un fantasma.

¿Es posible que las historias de fantasmas puedan dar todavía mucho juego en la pantalla grande y que nos ofrezcan historias originales o nada convencionales? Sí, es posible. La demostración más palpable es esta pequeña delicadeza de David Lowery, que es capaz de dejarnos indiferentes en Pete y el dragón y de obsequiarnos con esta propuesta llena de sensibilidad, en la que el tiempo, el amor, la memoria, y la conexión espiritual se visten de largo, aunque el uniforme sea una enorme sábana blanca con dos agujeros a la altura de los ojos. El fantasma más clásico posible, al que solo le falta arrastrar una cadena para almacenar todos los tópicos.

Que nadie busque en este título una cinta de terror, ni siquiera sustos, salvo uno ligero al final. Tampoco hay efectos visuales impactantes, porque casi no hay efectos visuales. El montaje no es el principal argumento de esta propuesta, ni por supuesto la música estridente o los golpes sonoros. En este caso, la partitura de Daniel Hart, líder de Dark Rooms, consigue con una de sus canciones, I Get Overwhelmed- apoyar el clímax del film. Pero no caigamos en la trampa de evocar a los Righteous Brothers subrayando las imágenes protagonizadas por Demi Moore y Patrick Swayze. No hay médium, ni asesino ni intriga,

¿Qué nos queda…? Sensibilidad, poesía, creatividad y reflexión. Lowery se recrea en cada uno de esos apartados llevando la película a un ritmo pausado que a muchos les podrá parecer desesperante pero que engarza con la idea presente en el largometraje, que nos muestra un tiempo curvo, donde el pasado se da la mano con el presente y el futuro ante la presencia etéra de su protagonista principal, el fantasma einsteiniano presentado por su autor, que recurrió a la pareja de actores que tuvo a sus órdenes en Un lugar sin leyAin’t Them Bodies Saints, 2013, Rooney Mara y Casey Affleck para representar a sus personajes centrales y firmar una de las producciones independientes más sorprendentes del año.

C es un músico que vive con su esposa M en una casa de las afueras. El largo plano de ellos dos en la cama, besándose acurrucados es, de por sí, una declaración de intenciones. Las imágenes estarán ausentes de carreras, la puesta en escena se opone al rococó y el sentimentalismo se queda aparcado. Un ruido les pone en guardia y es que a cualquier hora que te despiertes hay una puerta cerrándose. Un accidente de coche y M reconoce el cadáver de C. Cuando abandona la estancia de la morgue, el difunto se levanta embutido en la sábana que le servía de mortaje.

No vuela, simplemente se desplaza a la que fue su casa para ver pasar el tiempo y las imágenes que éste le deja. Desde los colonos, con Ron Zabrecky al frente,  que pusieron los cimientos del que sería su hogar, hasta que Linda –Liz Franke- se lo enseña para alquilarlo. Verá a la que fuera su esposa con otro hombre, provocando su intervención en las luces y en la librería, dejando abierto un volumen con un párrafo que sorprende a M. También nuevos inquilinos, como la mujer hispana -Sonia Acevedo- y sus hijos, u otra familia y un invitado –Will Oldham-, que recita el monólogo más largo de la función. Será testigo del derribo del inmueble y la construcción de un rascacielos que le permitirá, desde la azotea, ver la ciudad futura.

Al principio, el fantasma pudo elegir la salida hacia la luz, pero decidió no aceptar el envite y permitir que el portal hacia el más allá se cerrara. Verá otro congénere que está esperando a alguien pero sin saber a ciencia cierta quién. Se sentará y se apoyará en el piano, propiciando un ruido en la noche pero, sobre todo, rascará en la pared para llegar hasta la nota que M ha ocultado en ella. Era un hábito suyo desde pequeña, pero no el único personaje aplicado en ese menester. Ya lo hacía la niña de los colonos en una secuencia en la que el protagonista asiste al paso del tiempo viendo la descomposición de su cuerpo.

Solo al final se nos ofrecerán las claves de ese círculo temporal en el que se encuentra atrapado el personaje. Hasta entonces, hay que seguir impávidos sus evoluciones. El misterio y la reflexión se dan la mano es una propuesta masticada, sugerente e imaginativa, a la que hay que entrar para disfrutarla. Si únicamente nos quedamos en la superficie, si no buscamos más allá de los que sucede en la pantalla, se nos abrirá el precipicio del aburrimiento o del hastío. Hay que buscar dentro, de la misma forma que el fantasma insiste en pos de la nota de quien fuera su esposa carnal.

From → Cine

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