El fiel (Le fidèle) (***)

Amor al límite

Un gánster y ladrón de bancos se enamora de una piloto de carreras. Ambos viven una pasión sin barreras hasta que la policía cerca al protagonista masculino. A pesar de la cárcel y de un suceso trágico, nada se interpondrá en un idilio que ambos se proponen mantener ante cualquier adversidad e, incluso, más allá de la muerte.

La candidata belga al Oscar a la mejor película de habla no inglesa de 2017 está firmada por el acreditado Michaël R. Roskam, y se trata de un trhiller que deriva en melodrama presidido por una historia de amor incondicional. Una atracción pasional sin límite, prueba de ello es que sus dos protagonistas son un ladrón de bancos y una plioto de carreras. Su romance trata de superar cualquier adversidad y, dirigido con pulso firme, cuenta con la química de sus intérpretes principales,  Matthias Schoenaerts y Adéle Exarchpoulos. Atractivos y seductores, el concurso del belga se nos antoja más cimero que el de la protagonista de La vida de Adèle, hasta el punto de que cuando ella se convierte en epicentro de la acción, se echa en falta la presencia de su pareja en la ficción.

La primera parte es para Gino Gigi Vanoirbeek, un tipo elegante y apuesto que se hace pasar por un empresario de importación y exportación de automóviles pero que, en realidad, se trata de un ladrón de bancos. Una actividad para la que cuenta con la colaboración de amigos de la infancia, todos ellos delincuentes juveniles y con un pasado que incluye si paso por distintos reformatorios. Destaca sobre el resto la presencia de Younes Boihkris –Nabil Missoumi-.

Durante una carrera de coches, Nardo –Thomas Coumans- le presenta a su hermana Bibi, que acaba de participar en la carrera, y la atracción mutua es evidente. En la primea cita, ella luce una gabardina y se protege de la lluvia con un paraguas en un evidente homenaje a las películas de gánsteres, pero también un recuerdo a À bout de souflle. Como en el caso del protagonista de Godard, a Gigi también le persigue la policía y oculta sus andanzas delictivas a su amante, cuya relación no es bien vista por el padre de ella –Eric de Staercke-.

En esos primeros minutos es cuando Roskam consigue sus mejores pasajes. Nos encontramos con un thriller convencional, bien dirigido y filmado con fortaleza. Luego, cuando la cinta como a Gigi como protagonista, el melodrama va adquiriendo carta de naturaleza hasta el punto de anular el género precedente. Su responsable alterna buenos momentos con una historia que se desvaneces hasta llegar a perderse en la inmensidad de sus dos horas largas de duración. Aun así, la engañosa y truculenta secuencia final consigue que la cinta termine en uno de sus puntos más álgidos.

Roskam se luce como cineasta a lo largo de todo el film, ya sea en las reuniones de amigos o en las escenas más tórridas que complementan la pasión mutua de sus dos protagonistas. Es más convencional en los circuitos de carreras y raya a una altura magistral cuando predomina la acción. Ya sea en las sesiones de puñetazos o en los asaltos de la banda de Gigi. El responsable de La entrega y Bullhead consigue su film más interesante, aunque para ser redondo debiera de haber buscado un argumento más airoso que la tragedia que se cierne sobre Bibi.

La fortaleza inicial, el nervio en que se sustenta, se torna blandengue desde el momento en que Gigi entra en la cárcel después de las pesquisas de Sandra –Nathalie van Tongelen-, una mujer que se infiltra en el grupo de amigos de los delincuentes y termina pactando un acuerdo con Bibi. Hay ciertas lagunas en la exposición anterior, como el rápido enamoramiento y la utilización a conveniencia de los teléfonos móviles. Aspectos que se pasan por alto gracias a la fortaleza de la narrativa. No sucede lo mismo en la parte final, que debiera ser más concisa y menos melodramática. Posiblemente, esa media hora larga que avanza hacia la conclusión le prive de alcanzar cotas importantes en la próxima entrega de las estatuillas de Hollywood.