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Tierra de Dios (God’s Own Country) (****)

22 noviembre 2017

Johnny es un granjero que intenta evadirse de sus problemas gracias al alcohol y al sexo. Como quiera que no puede apañárselas solo con la cría de ovejas, una primavera su padre contrata a un inmigrante rumano. Su presencia, una vez que decide aceptarlo, provocará un vuelco radical en el protagonista.

A veces, una película trasciende del género en que le ha intento encasillar para confirmarse como una obra más intemporal y apta para un abanico de público mucho más amplio. Eso es lo que sucede con este film, que en muchos aspectos sigue los pasos, en cuanto a temática y propuesta, dela aclamada Brokeback Mountain de Ang Lee. Ambas disfrutan de un contenido homosexual si bien, en este caso, la propuesta es más árida pero también más comprensiva. No sólo por lo que se refiere a la historia sino también al entorno en que se desarrolla.

Johnny Saxby –Josh O’Connor- es quien se preocupa fundamentalmente de la granja familiar teniendo en cuenta la edad de su abuela Deirdre –Gemma Jones-, y el derrame cerebral sufrido por su padre Martin –Ian Hart-. Los encontramos en Yorkshire, al norte de Inglaterra, en una zona sin apenas expectativas para los jóvenes. O se van a estudiar fuera o se quedan a trabajar en los negocios familiares. Ese es el caso de Johnny, que ve como sus amigos emigran y su único asueto consiste en emborracharse y tener algunos encuentros sexuales en la parte trasera de algún vehículo durante sus correrías por Bradford. Su radiografía personal se completa con silencios, ya que no se le escucha en los primeros compases y solo rompe a hablar cuando tiene hacerlo a un animal.

Se trata de una adaptación de la biografía de Francis Lee, guionista y director del film, que en su día tuvo que elegir entre quedarse en la hacienda familiar o ir a cursar estudios de arte dramático. Lo que sigue guarda un cierto paralelismo con la premiada cinta de Hollywood, pero más en el fondo que en la forma. Al igual que ella, debe trascender a un sector del público que la acogerá con los brazos abiertos para erigirse en una producción bastante más mayoritaria debido a sus virtudes fílmicas y a la vigorosa puesta en escena de su autor. Sus valores artísticos van más allá, fortalecidos por una interpretación más que ajustada, apartado en el que brilla Josh O’Connor, figura en alza y actor a seguir muy de cerca en el futuro. También a la fotografía descarnada de Joshua James Richards, en la que Francis Lee encuentra el mejor brazo ejecutor de su proyecto.

En una de sus jornadas de farra, el padre de Johnny lamenta la muerte de un ternero que nacía de nalgas, y le reprocha a su hijo que no estuviera allí para solventar el problema. Por eso pone un anuncio solicitando una persona para que ayude con el ganado. Solo contesta Gheorge Ionescu –Alec Secareanu-, un inmigrante rumano recibido de uñas por el protagonista a quien se refiere como el gitano. Lo que viene a continuación es un canto al amor, sin sentimentalismos pero sincero. Una confraternización entre un personaje local y otro extranjero regida por una relación homosexual en plena resaca del Breixit y con el problema de la intransigencia y los refugiados como trasfondo. Aspectos que se quedan muy al margen de esta propuesta.

La relación entre los dos hombres cambia de forma radical cuando se ven obligados a convivir en un paraje aislado. No solo influye la tendencia sexual de Johnny, ni el atractivo del inmigrante. También el instante más tierno de la historia, cuando Gheorghe se preocupa por una cría que nace débil y cuyo destino parecía ser la muerte. Verlo con el animal entre sus brazos, en una imagen casi maternal es lo que cambia el rumbo de los acontecimientos. Una relación, por otra parte, condenada al fracaso pero, como hemos visto anteriormente en otras historias, la atracción y el deseo pueden más que el raciocinio o el qué dirán.

La compenetración entre los dos actores principales vigoriza el proyecto, que en ocasiones alcanza un nivel poético pleno de sensibilidad, en el que las emociones se contraponen para alcanzar la homogeneidad. Desde la angustia de Johnny a la ternura que aporta Gheorghe, todo el abanico de posibilidad se abre en una ópera prima vigorosa que ha tenido el acierto de encontrar los intérpretes y los técnicos adecuados para implementar  la producción. La lluvia, el viento impenitente y la tierra baldía son también protagonistas. Llegan desde la desafección a la hermosura, como la llega a calificar el rumano. Es posible encontrar el amor, aunque mucho más difícil hallar el lugar que nos corresponde. Tal vez, lo uno vaya asociado a lo otro.

From → Cine

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