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Un amor imposible (Un amour impossible) (***1/2)

11 julio 2019

Un encuentro necesario

Una joven oficinista de una pequeña localidad se enamora de un parisino de alta condición social. Poco después de que regrese a la capital ella le anuncia que está embarazada, pero él se desentiende de la situación y no quiere dar a la niña recién nacida su apellido. Aun así, la pareja mantiene encuentros esporádicos.

La novela homónima de Christine Angot es un melodrama que se extiende a través de cinco décadas. Tiene como referencia a una joven oficinista de provincias y a un hombre de alta posición que solo aspira a casarse con una mujer adinerada. La responsable de su adaptación cinematográfica es Catherine Corsini, una cineasta aplicada en temáticas que inciden en la reafirmación de la mujer. Con esta historia, aunque no pueda entenderse demasiado las concesiones de su protagonista, supera a su mejor propuesta hasta ahora, Un amor de verano, presentada en 2015.

Conocemos a Rachel -Virginie Efira-, una modesta oficinista que vive en la pequeña localidad de Châteauroux, que se enamora de Philippe -Niels Schneider-, quien se muestra como un hombre culto y preparado. Viven un apasionado romance gracias al cual la actriz principal rompe con sus papeles tradicionales de mujer recatada y usualmente volcada a la comedia. Su amante le insiste en que no quiere compromisos. Pretende una relación libre y no piensa en desposarse. Mucho menos con alguien que no tiene dinero o no es de su condición social. El día antes de su regreso a París hacen el amor con todas las consecuencias, a resultas de lo cual ella queda embarazada.

Estamos en los años 50, con la problemática que se deriva para una madre soltera en la época, acrecentada por desenvolverse en una comunidad reducida. Sigue adelante con la gestación hasta el nacimiento de Chantal, que será la narradora en off de la historia. El relato de Angot es autobiográfico y narra las desventuras de su madre, los encuentros ocasionales con su padre, que en uno de ellos le informa que se ha casado con una rica alemana a la que ha dejado embarazada. Sigue negándose a reconocer a Chantal -Estelle Lescure-, que cada día está más deslumbrada por su él, e insiste en sus encuentros esporádicos con Rachel. Ya sea en Estrasburgo, donde vive ahora, en Châteauroux, o en Reims, ciudad en la que se establecen las dos mujeres.

La historia muestra una carga emocional superlativa. Es difícil de entender que Rachel, una luchadora constante, siga aceptando las visitas del hombre que en su día amó apasionadamente, pero del que se aleja de forma paulatina. Han pasado décadas de todo ello. Chantal, ahora encarnada ya por Jehny Beth-, es una muchacha de ideas claras. Mientras a su madre le cuesta abrirse y hacer amistades, ella flirtea con Franck -Gaël Kamilindi-. Rachel le dice que a los dieciséis años conoció a su primer amor, y su hija le responde que el chico es su amante y que no está enamorada de él.

Será el propio Franck quien ponga sobre aviso a la protagonista de los abusos cometidos por Philipe con su propia hija desde años atrás. En realidad, solo empezó a interesarse por ella cuando alcanzó la pubertad y, eso sí, terminó reconociéndola. Una historia rio que se extiende a lo largo de medio siglo con una caracterización que deja mucho que desear por lo que respecta a los dos personajes centrales. Rachel es una superviviente, inteligente y constante, puesto que sacó el número uno en una oposición; Philippe es un cínico, narcisista y absolutamente manipulador.

La acción se extiende durante dos horas y cuarto. Aunque no decae, el metraje se antoja excesivo. Catherine Corsini no quiere dejar nada en el tintero y pretende reflejar todas las aristas de la historia. Puede funcionar mejor en la novela, pero debería dejar algo a la imaginación del espectador en su transposición al celuloide. En ocasiones es redundante, solapándose las secuencias con la narración a cargo de la voz en off. La interpretación es ajustada y muy eficaz. Virginie Efira lleva el peso de la película y lo hace con una gran naturalidad. Se entrega en los pasajes conmovedores y sabe adoptar la postura más inteligente cuando el relato se vuelve inquietante. Especialmente en su segunda parte. Niels Schneider, más irregular, aporta ese punto canalla necesario. Su interpretación crece con la crueldad de su personaje.

Destaca igualmente el buen trabajo de Catherine Corsini. Retrata los canales de Estrasburgo, pero nunca los lleva a primer plano, al igual que el resto de los escenarios. Los utiliza al servicio de una historia que narra con sutileza y que le permiten mantener su atractivo desde el principio hasta el final, ya sea en sus visitas a edificaciones religiosas o los paseos campestres. Hace muy buen uso de los interiores, incluso en espacios reducidos gracias a su buen posicionamiento de la cámara.

From → Cine

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