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Manual de la buena esposa (La bonne épouse) (**)

5 enero 2021
Manual de la buena esposa

Aires de igualdad

Cuidar del hogar y plegarse a los deberes conyugales sin rechistar. Aspectos que enseña con fervor Paulette Van Der Beck en su escuela para muchachas. Sus certezas se tambalearán en el momento en que se encuentre viuda y arruinada. Coincide con los aires de renovación aportados por el Mayo del 68.

Hay aspectos muy destacables en esta puesta en escena de Martin Provost, el creador de Seraphine. En clave de comedia muestra la situación de la mujer en provincias, que en los años sesenta era educada para ser una perfecta ama de casa. También refiere el aire de cambio que propició el Mayo del 68. Las revueltas parecían reducidas únicamente a París, pero en esa década las mujeres podían votar y gozaron de la posibilidad de abrir una cuenta bancaria sin permiso del marido.

La acción nos lleva a Boersch, en Alsacia, y arranca en 1967 con el principio de curso de una institución que, dirigido a señoritas de no muy alta posición social inculca a sus alumnas que deben ser una buena acompañante de su esposo. Ello supone sumisión, comprensión y buen humor. Deben obviar el consumo del alcohol y llevar las cuentas con solvencia, procurando ahorrar. También han de conocer a fondo todas las tareas domésticas. Cocinas, limpiar, zurcir y bordar el ajuar que llevar al matrimonio.

El centro lo dirige Paulette van der Beck -Juliette Binoche-, que ingresó en él como secretaria y terminó casándose con su propietario, Robert van der Beck -François Berléand-. Ahora, la mayor responsabilidad recae en su encorsetada y pulcra figura. Junto a su cuñada Gilbert -Yolande Moreau- y una religiosa, la madre Marie-Thérèse -Noémie Lvovsky- imponen en el internado una sólida educación moral.

Sin embargo, los tiempos están cambiando, aunque sea de una forma imperceptible. Se ha reducido drásticamente el número de adolescentes que pasarán dos años en la institución. Desde París llegan noticias de una revolución que, en principio, no parece amenazante y, por primea vez en el centro alsaciano se ha inscrito una pelirroja, Yvette Ziegler -Lily Taieb-, lo que no es una señal positiva si nos atenemos a la tradición.

A partir de que Robert fallezca de forma accidental, es cuando su esposa se da cuenta de que están en la más absoluta ruina. Aparece la figura de André Grunvald -Edouard Baer-, un antiguo amor convertido ahora en director de una sucursal bancaria. Una de las alumnas, Annie Fuchs -Marie Zabukovec-, intenta suicidarse, lo que constituye un punto de inflexión para su directora, aunque es difícil pensar que pudiera dar un giro tan drástico solo porque está enamorada y se viste con pantalones.

El deseo de libertad y que no se les imponga un marido es la bandera que esgrimen algunas jóvenes. Entre ellas, Albane Des-deux-Ponts -Anamaria Vartolomei-, quien confiesa su amor por Yvette. Los apuntes resultan muy válidos, pero junto a ellos hay pasajes desconcertantes o que no tienen tanta relevancia como los referidos. Incluso minimizan estos últimos, especialmente lo concerniente al Mayo del 68, que deriva en un final tan sorprendente como incalificable. Habrá a quien le guste. Particularmente, nos deja chafado.

Entre las notas que parecen sobrar figura que las dos cuñadas se enamoren del mismo personaje. Es el lado opuesto a la exigencia de la receta del strudel que Paulette le pide a André para que demuestre que en su pareja predominará la igualdad. La solución es bastante débil, tal y como les sucede a otras. En general, el aire cómico de la propuesta es el que predomina. Con ello, se ocultan varios aspectos que deberían haber sido más desarrollados. O, cuando menos, con mayor peso específico en el guion.

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