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Nomadland (****1/2)

25 marzo 2021
Nomadland

El dolor que no se siente

Una mujer, después de perderlo todo durante la recesión, se embarca en un viaje como una nómada en una caravana. Tras el colapso económico que afectó también a su ciudad en la zona rural de Nevada toma su camioneta y se pone en camino para explorar una vida fuera de la sociedad convencional.

Hay que darle las gracias a la periodista Jessica Bruder por escribir esta historia, vivida supuestamente en primera persona como testigo de una forma de vida que a la mayoría nos resulta extraña. Se centra en los nómadas modernos, que se embarcan en su caravana allá donde el destino les guíe, pero con la ilusión de conocer una parte específica del mundo antes de morir.

Son gente que se ayudan unos a otros, que comparten conocimientos y hasta ilusiones. Desconocidos y, sin embargo, mucho mejores que cualquier buen vecino. Entre ellos está Fern -Frances McDormand-, que se ha quedado sin trabajo después de que cerrase la fábrica de yeso de Empire, Nevada, como consecuencia de la recesión. También ha perdido a Bob, su marido, y se refugia en la estrecha caravana soportando el frío del desierto.

En un trabajo descomunal, que engarza con la inolvidable actriz de Fargo, a Frances McDormand no le importa tirarse al barro y demostrar con solo una mirada o un atisbo de sonrisa lo que la inmensa mayoría de sus compañeras de profesión serían incapaces de conseguir ni aunque volvieran a reencarnarse. Soporta el máximo dolor sin manifestarlo. No lo exterioriza y el espectador que no profundiza en el interior de ese personaje, quizá no llegue a sentirlo.

En medio de una película triste destaca Fern. Ha elegido esa forma de vida, ser una nómada moderna, no porque le guste sino porque se trata de una especie de catarsis. Sostiene que es una mujer sin casa, pero no una mujer sin hogar. De hecho, no quiere quedarse en el domicilio familiar junto a su hermana y su cuñado. No resistiría dormir en la habitación que compartió con su esposo.

Hay que dar las gracias a las dos mujeres, la escritora y la actriz, pero también a la guionista y directora Chloé Zhao. Había dejado su seña en otros filmes anteriores, pero en este consigue el mayor hito de su carrera, que deberá ser refrendada con Eternals, lo próximo de Marvel. Junto a Joshua James Richards, el director de fotografía con el que trabajó en The Rider, consigue unos planos profundos de amaneceres inolvidables. También unas imágenes minimalistas en las que un asiento y una figura componen un fotograma rotundo.

De la misma forma que el relato es descarnado y se refiere a personas marginadas o auto marginadas, la puesta en escena sigue con los mismos parámetros. Se explaya en la otra América, la que nunca saldrá en las postales, pero consigue arrancarle un encanto inesperado. Los conductores de caravanas se reúnen, a veces de forma improvisada. A lo lejos está la autopista, reflejo de una sociedad febril. Otro mundo, siempre agitado e impersonal.

Fern está hecha de otra pasta. Hace amigos allá donde va y se lleva bien con todos. Especialmente con David -David Strathairm, pero ella no quiere compromisos. Está refugiada en sus escasas necesidades. Asume trabajos que pudiéramos considerar basura, aunque ella los dignifica, y por Navidades vuelve a ser una empleada temporal en Amazon.

El suyo es un viaje de ida y vuelta, una road movie llena de sentimientos, aunque dudamos que albergue esperanzas. El pasado pasó, el futuro está por venir. Cuenta solamente el presente. Deja amigos por donde va y los pierde a causa del ciclo de la vida. Actores nada reconocibles, pero que ayudan a potenciar el valor profesional de su protagonista. Junto a Linda May, Charlene Swankie, Bob Wells, o Peter Spears, se nos antoja una nómada real, porque ellos también parecen auténticos.

Este largometraje es uno de esos que no pasan inadvertidos, que se recuerdan y sirven para valorar la calidad de un año cinematográfico. La dirección es irreprochable y añadirá a la lista de premios conseguidos hasta ahora galardones máximos. Ganadora del León de Oro en el Festival de Venecia, no hay que olvidar la sentida partitura de Ludovico Einaudi, con sus melancólicas notas a piano. Un film redondo al que será muy difícil discutir la etiqueta de mejor película del año.

From → Cine

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