Otra ronda – (Druk) (***1/2)

Experimentando con el alcohol

Cuatro profesores se embarcan en un experimento sociológico en el que cada uno de ellos deberá mantener cierta tasa de alcohol en su cuerpo al mismo nivel durante su vida diaria. De esa forma se supone que pueden mejorar en todos los aspectos de su vida. Las consecuencias les cambiarán para siempre.

Después de ser uno de los fundadores del movimiento Dogma, el danés Thomas Vinterberg logró asentarse como uno de los cineastas actuales más sugerentes del panorama europeo. Su máximo logro hasta el momento ha sido La caza, y ahora repite con Mads Mikkelsen como cabecera de reparto. Presenta un film potente, con una interpretación destacada que mereció la Concha de Plata en el Festival de San Sebastián para sus cuatro protagonistas.

La historia se basa en una obra teatral del propio Vinterberg, complementada con información adicional de su propia hija acerca de las costumbres de los jóvenes daneses con el alcohol. De ahí que arranque con una inusual carrera por equipos en la que el consumo de cerveza se lleva a cabo de forma exacerbada. La cámara se centra desde ese momento en Martin -Mikkelsen-, casado con Trine -Maria Bonnevie- y padre de dos hijos.

La familia se extraña de que se ponga americana y es que va a celebrar el cuarenta cumpleaños de Nicolaj -Magnus Millang-, otro profesor de su mismo instituto de Copenhague. Durante el transcurso de la cena, a la que también asisten Tommy -Thomas Bo Larsen- y Peter -Lars Ranthe- comienzan a hablar sobre la teoría del psiquiatra Finn Skarderud. Sostiene que el ser humano nace con una tasa de alcohol en su organismo de 0,05 y que se debiera mantenerla durante los quehaceres diarios porque favorece la relajación y la creatividad.

Martin duda en principio, pero termina por aceptar el reto entre unas viandas exclusivas y una mezcla importantes de bebidas espirituosas. A escondidas de su entorno y de sus compañeros de claustro, los cuatro mantienen la tasa establecida y notan de inmediato que recuperan una vitalidad perdida con los años. Sus clases comienzan a ser entretenidas y despiertan el interés de unos alumnos desmotivados que, en el caso de los mayores, esperaban el fin de semana para sumergirse en alcohol. Quienes viven en pareja dan un nuevo impulso a su vida conyugal.

Beben hasta las ocho de la noche y escriben sus experiencias en lo que debería constituir un posterior ensayo. Reencontrándose con una energía que parecía olvidada, deciden ir más allá en su experimento y prácticamente superar la tasa de alcohol. Llegados a ese punto, los efectos en cada uno de ellos serán diferentes, aunque todos  muestran signos de embriaguez en su vida diaria que intentan disimular a toda costa. Afecta a su vida familiar y también a la profesional.

Con ribetes de tragicomedia, Vinterberg vuelve a las andadas después de una exposición brillante. Llega un momento en que parece optar por el moralismo y la película sufre un bajón sobrepasada la primera mitad. Intenta recuperarse hacia el final sin conseguirlo. Lo que debería constituir una fábula moral desemboca en una auto satisfacción que deriva en un melodrama bastante más gratuito y menos consistente de lo que debiera.

La puesta en escena no defrauda y la interpretación tampoco. Su contenido refleja los problemas de la juventud danesa y, por extensión, la del Viejo Continente en general. Buena ocasión para recapacitar, aunque la propuesta derive hacia unos adultos que se preocupan de disfrutar con los placeres de la vida, especialmente los pantagruélicos, ofuscando la problemática inicial.

El largometraje se inicia y concluye con sendas fiestas en las que el alcohol es protagonista. A la primera le sucede una cena de lujo, con maridajes exclusivos, incluyendo caviar. Se alterna el orden de los factores al final, en una reunión gastronómica en la que hay hueco para un Juve y Camps, junto a caldos de borgoña bien puntuados por Robert Parker.