Saltar al contenido

El caso Villa Caprice (Villa Caprice) (**1/2)

19 enero 2022
El caso Villa Caprice

La vida de un famoso abogado de gran reputación, se ve trastocada cuando acepta como cliente a uno de los empresarios más poderosos de Francia. A éste le acusan de comprar una propiedad en circunstancias sospechosas, y deberá confiar en las habilidades del letrado para librarle del caso.

Han pasado dos décadas desde el último trabajo cinematográfico de Bernard Stora. Su regreso tiene lugar a partir de una historia que le relató la periodista Pascale Robert-Diard en relación al suicidio de un influyente abogado en 2013. Ambos trabajaron en un guion que está basado en aquel suceso, aunque el planteamiento, el desarrollo y la conclusión no tengan apenas puntos en común. El largometraje refleja las posibilidades que brinda el dinero y el poder, que casi siempre viajan de la mano, en la sociedad actual.

Gilles Fontaine -Patrick Bruel- es un importante hombre de negocios con empresas en varios países y, según afirma, en torno a ochenta mil empleados. Se pone en guardia cuando la policía lleva a cabo un registro en Villa Caprice, su lujosa propiedad de la Costa Azul. Por eso decide contratar los servicios de Luc Germon -Niels Arestrup-, un veterano y destacado abogado que tiene la bien ganada fama de ser impenetrable y buscar cualquier resquicio para salir triunfante.

Los hechos se desencadenan a raíz de la denuncia de la ex mujer de un político. Ella tiene pruebas de que su ex marido favoreció la compra de Villa Caprice por parte de Fontaine, aun con un precio inferior al ofrecido por otros presuntos compradores para las arcas públicas. El tráfico de influencias podría ser el primero de los varios delitos que amenazaban al empresario con una larga estancia en la cárcel. Incluyendo, incluso, la extorsión.

Para preparar el juicio, que será presidido por un magistrado implacable, Fontaine invita a Germon a su lujosa propiedad en la que su esposa Nacy -Irène Jacob- siempre ronda por sus estancias, pero nunca se integra con los invitados. Este personaje, al menos, tiene más relevancia que otros que forman parte del conjunto y que ejercen en su mayoría como meras comparsas y cuyas aportaciones son escasas. Por ejemplo, otros clientes del abogado que no aportan novedades suficientes para reafirmar su carácter

La propuesta se centra, sobre todo en el poder económico y en el judicial. Un enfrentamiento que tiene sus puntas de lanza en Fontaine y Germon. Ambos actores están muy por encima de unos papeles que hubieran requerido más enjundia y diálogos menos complacientes. El contexto y su relatividad se erige como fortaleza. La idea tiene mucho que ofrecer, pero tanto el guion como la puesta en escena se asemejan más a una faena de aliño que a una producción sobresaliente.

Se aprecia una sucesión de planos sin demasiada brillantez y que tampoco sacan partido a la belleza de la Costa Azul. Como quiera que las películas de juicios suelen ser bastante resultonas, el conjunto funciona. En esta oportunidad se relaciona más con una trama que se nutre de la corrupción y el tráfico de influencias. Deriva en que los dos protagonistas, que previsiblemente han de trabajar juntos para salir victoriosos del caso, lleguen a considerarse enemigos. Esa es la línea de la que esperábamos una mayor profundidad.

Hay otras cuestiones que invitan a recapacitar. Principalmente, si un jurisconsulto puede defender a criminales, estafadores o violadores siendo ajeno totalmente a esas prácticas. ¿Lo acepta por dinero, prestigio, o ambas cosas? Quien tiene el poder detenta la posibilidad de decidir. Queda patente en esta propuesta que alberga ideas muy inquietantes por mucho que se queden relativamente asfixiadas entre una edificación exclusiva, un barco de competición y unos roles que deberían de tener mucha más fuerza.

From → Cine

Deja un comentario

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.