La peor persona del mundo (The Worst Person in the World) (***1/2)

Julie va a cumplir los treinta y su vida es un desastre existencial. Una noche se cuela en una fiesta y conoce a un joven encantador. Tardará poco en romper con su actual pareja y embarcarse en una nueva relación con la esperanza de que su vida adquiera una nueva perspectiva.

El título no responde a la personalidad de la protagonista. Julie no le hace honor, y como dice uno de sus novios más importantes en su vida, ella no es mala y, además, seguro que es una buena madre. Para llegar hasta ahí, esta joven con el punto de mira en la treintena, ha tenido que dejar estudios inconclusos, aficiones sin determinar y amores fugaces. El noruego Joachim Trier la ha descrito así en la historia que cierra su trilogía de Oslo, y la actriz Renate Reinsve, en su segunda película como protagonista, ha clavado el personaje.

Fue distinguida en Cannes como mejor actriz y la película no se queda atrás en recompensas internacionales. El máximo logro son las dos candidaturas al Oscar, como mejor film de habla no inglesa y como mejor guion. La historia se desarrolla a lo largo de cuatro años y vemos a Julie como una universitaria que quiere hacer buenas sus ilusiones como persona y cumplir con sus necesidades emocionales. Cambia la medicina por el psicoanálisis y éste por la fotografía, se distancia de su padre y pasa de una relación a otra sin solución de continuidad.

Por fin, conoce a un irreverente dibujante de cómics más de diez años mayor. Viven juntos una existencia confiable, pero se dan cuenta de que sus aspiraciones son muy distintas. Julie quiere tener hijos y Aksel -Aders Danielsen Lie-, sueña con ellos. Lega un momento en que la protagonista le dice que siente como si fuera una espectadora de su propia vida. Empleada en una librería, vuelve a la casilla de salida y a estar sola de nuevo. Si embargo, algo hay a la vista. Conoció a Eivind -Herbert Nordrum- cuando se coló en una fiesta y se quedó colgada por él.

Los dos tenían pareja entonces y permanecieron fieles. Tras la ruptura de cada cual, el camino estaba libre para iniciar una relación. El conjunto, que se divida en doce capítulos, un prólogo y un epílogo, parece ligero, pero abarca mucho más de lo que indica su superficie. Cumple como una comedia dramática en la que, personalmente, creo que a su autor se le ha ido la mano en el sentido de que ha llegado a unos límites que ni él mismo pensaba cuando la programó. Es brillante en el texto, en su desarrollo y cumple con garantías en su puesta en escena.

Vemos como Julie alcanza su madurez a impulsos de unos vaivenes que le hace descubrir quien es ella verdaderamente. Para conseguirlo, ha necesitado a dos hombres buenos. Tanto Aksel como Eivind son cariñosos, amables y solícitos. Pero ella necesita algo más, comenzando por su independencia. Con el dibujante es capaz de intercambiar opiniones de alto nivel intelectual con la literatura como fondo. Para él, fue su gran amor. Seguramente también para su reemplazo, aunque la convivencia fuese con él fue más humana que cerebral.

Julie busca nuevas perspectivas, o al menos aquellas con las que realizarse. Aksel le impulsa a que saque de dentro su vena creativa. Con Eivind la relación es mucho más cercana y cariñosa. Al artista gráfico se le acusa de insolente y machista, pero vemos que casi siempre es una fachada. Después pasa a una convivencia más taimada con quien no quiere ser más que ella en ningún momento. Sin embargo, los jóvenes de hoy se sienten mucho más libres que los de generaciones anteriores. Aguantan muy poco en una relación cuando las cosas se tuercen.

Joachim Trier lleva a cabo una buena disección de la juventud actual. Sus mayores referencias en este film pasan por el compromiso, la maternidad y las relaciones de pareja. Firma su mejor trabajo hasta la fecha y permite que sus personajes se enamoren o disfruten de su compañía mutua al ritmo de Christopher Cross, Billie Holiday, Harry Nilson o Art Garfunkel.