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Fences (***)

23 febrero 2017

En los años cincuenta, un afroamericano intenta sacar adelante a su familia mientras lucha contra los prejuicios raciales. Con un fuerte drama personal interior, se convirtió en el primero de su raza en conducir un camión de la basura en Pittsburgh pese a que no podía leer y carecía de permiso de conducir.

Denzel Washington ha vuelto a dirigir una historia protagonizada por él mismo por tercera vez. En esta ocasión se trata de una obra teatral escrita por August Wilson, que obtuvo en su día el Premio Pulitzer y que el actor neoyorquino estrenó en Broadway. Esta pieza se intentó llevar  la pantalla en repetidas ocasiones, pero el propio autor se negó porque quería que fuese dirigida por un afroamericano. Aunque Wilson falleció en 2005, dejó escrito el guion cinematográfico que Washington ha trasladado a la pantalla.

El texto se ubica en Pittsburgh durante los años cincuenta. Allí, Troy Maxson –Denzel Washington- forma parte de la cuadrilla de un camión de la basura junto a su amigo Jim Bono –Stephen Henderson- y se queja al ayuntamiento de que no hay ningún negro conduciendo los vehículos, un trabajo más llevadero que se reserva para los blancos. De esta forma, se convirtió en el primer afroamericano de la ciudad al volante de uno de esos automotores aunque no pudiese leer ni tuviese licencia para conducir.

Vive desde hace casi dos décadas con Rose –Viola Davis-, con la que tiene un hijo, Lyons –Russell Hornsby-, que ansía convertirse en deportista profesional. Su hermanastro, Cory –Jovan Adepo-, superada la treintena, busca su lugar como músico y sólo aparece en la casa paterna para pedirle dinero a Troy, quien tiene un hermano al que trata de forma especial. Se trata de Gabriel –Myketlti Williamson-, herido en la guerra y al que se concedió una importante indemnización debido a su incapacidad psíquica.

El mundo de Troy, de su familia, y casi de su amigo Bono, se circunscribe al exterior de su humilde casa y de una cerca que debe levantar en su entorno. Su situación no es baladí. Se trata de una valla –fences– con muchos significados. Para el protagonista es un obstáculo simbólico necesario para alejar a la muerte, que le estuvo rondando durante tres días tiempo atrás. También es el muro que ha construido entre él y sus hijos, y el límite en el que deben desenvolverse, según Rose, los componentes de la familia.

La valla no termina de construirse, lo que proporciona una ósmosis entre el exterior y el interior. Tanto, que Troy vive una aventura con Alberta, una muchacha a la que conoció en un bar. Cuando tiene constancia de que, gracias a ella, volverá a ser padre nuevamente, tiene que explicarle a su esposa la realidad y atenerse a las consecuencias. Como también el hecho de que Bono se haya distanciado desde que él ha sido elevado a conductor, o de que su hermano Gabriel haya sido condenado y ahora sea inquilino de una residencia. En cuanto a sus hijos, poca conexión tiene con Cory, mientras que Lyons le echa en cara de que frustre su posible carrera profesional por el hecho de que él no pasó en su día de las ligas reservadas a jugadores negros, ya que la discriminación racial en los equipos se llevaba a rajatabla.

El guion se explaya en la construcción de los personajes. Están perfilados al límite, pero August Wilson no parecía desenvolverse con especialidad habilidad en este campo. La procedencia teatral de la función salta a la vista desde los primeros compases. Mucho más, con la enorme parrafada del protagonista masculino en los primeros veinte minutos, apenas interrumpida por Bono, en los que no deja de hablar, de mostrar sus sentimientos y de reafirmar su postura. Denzel Washington intenta, desde el punto de vista de la puesta en escena, dulcificar el texto a base de un montaje más dinámico de lo necesario y con la inserción de alguna que otra toma en exteriores que apenas desengrasa el conjunto. Sólo unos minutos en un metraje que se va muy por encima de las dos horas.

El texto inicial, escrito en 1983, no en vano fue galardonado con el Pulitzer cinco años después, cuando también se alzó con el Tony a la mejor obra dramática. Disecciona con habilidad la lucha racial de la época, prácticamente soterrada, y muestra el interior de una familia afroamericana de clase baja con especial destreza. El entorno en el que se desarrolla es visualmente aceptable y los diálogos y las situaciones permiten lucirse a sus protagonistas. Desde la secuencia inicial, un viernes en el que Troy y Bono acaban de recibir su paga y charlan de lo divino y de lo humano, Denzel Washington se muestra esplendoroso con un papel muy alejado de sus registros más habituales en la pantalla. De sus mejor actuaciones en el celuloide. En un reparto hábil y generoso en su trabajo, destaca la personalidad artística de Viola Davis. Su Globo de Oro es totalmente merecido porque la protagonista de Criadas y señoras ofrece todo un recital interpretativo.

From → Cine

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