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La Bella y la Bestia (Beauty and the Beast) (**1/2)

20 marzo 2017

Nueva adaptación Disney del clásico cuento de hadas, esta vez con personajes reales. Una joven de carácter independiente decide quedar encerrada en un casillo al recaudo de una enorme bestia con el objeto de salvar a su padre.

Como sucedió con La Cenicienta, la multinacional Disney sigue estirando sus éxitos. Antes, pasado cierto número de años, relanzaba sus producciones clásicas para atrapar al público de una nueva generación. Ahora, esa idea es imposible debido a las nuevas tecnologías y ese gran invento de las películas a la carta. Pero algún astuto ejecutivo al que debieran condecorar por ello, tuvo la feliz idea: ya que no podemos resucitar a nuestros clásicos, porque están muy vivos, ¿por qué no los recuperamos con personajes reales? Y aquí está la nueva puesta en escena de la única producción de la casa que fue nominada al Oscar al mejor largometraje. ¿Qué vendrá después…? ¿Pinocho, Blancanieves, Mulan…?

Lógicamente, se ha dado un giro mínimo a la historia para hacerla más actual. Esto significa que es un poco más oscura y más plural. Por ejemplo, Le Fou –Josh Gad-, el secuaz de Gastón –Luke Evans- es gay. También aparecen personajes de color, que no estaban en el cuento original de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont ni en la adaptación fílmica de 1991. En cuanto a la puesta en escena, el veterano Bill Condon, mantiene la línea propuesta por la animación con algunos detalles de su cosecha, experimentados en Crepúsculo: Amanecer o, en el apartado musical, gracias a Dreamgirls. Hay modificaciones en la banda sonora. A la agradecida partitura de Alan Meken, con los cantables populares interpretados por los actores del film, se añaden el tema principal a cargo, en la versión original, de Ariana Grande y John Legend, así como el How Does a Moment Last Forever, a cargo de Celine Dion.

La apuesta, aunque innecesaria en muchos aspectos, también es totalmente fiable. Por la aventura en sí, por la música y por el ramillete de profesionales que dan la cara en esta propuesta que exalta una heroína feminista en la que se ha tenido el acierto de escoger a Emma Watson. Sucede que el reparto es típicamente británico, con Dan Stevens –Príncipe Adam/Bestia- y Kevin Kline –Maurice, el padre de Bella-. No se salvan siquiera aquellos que dan vida a los objetos inanimados sometidos al encanto del castillo. Ewan MgGregor es Lumière, el valet real convertido en candelabro; Ian McKellen incorpora a Din Don, el reloj de chimenea que, en realidad, es el mayordomo; y Emma Thompson encarna a la Señora Potts, la sirvienta transformada en tetera  que tiene a su cargo la narración del prólogo.

Dentro de los personajes originales, creados para esta película, destaca el maestro Cadenza –Stanley Tucci- quien, de compositor de la corte terminó como piano de cola. Es el marido de Madame Garderobe, cantante de ópera, que por la maldición que afecta a los moradores del castillo, también es un armario. Todos ellos, y algunos personajes más, ilustran esta historia de amor en la que la protagonista femenina decide quedarse prisionera de la Bestia a cambio de salvar a su padre. Cumpliendo su pena, advierte paulatinamente los encantos interiores del señor del castillo, hechizado debido a su arrogancia, hasta el punto de que se enamora de él.

En el lado opuesto está Gastón –Dan Stevens-, un ex soldado narcisista, vanidoso y bárbaro, que intenta por todos los medios casarse con Bella y sabe que su única esperanza pasa por matar a Bestia. Su intención, y el romanticismo que se desprende del acercamiento entre los dos personajes que componen el título son los ejes fundamentales de un argumento destinado a entretener, a llevar a los jóvenes al cine, principalmente a ellas, y demostrar a los adultos que la propuesta va mucho más allá de la celebrada película de animación. Para ello, se recurre a una interesante paleta de colores, a un vestuario atractivo, basado en el film de 1991, y diversos elementos de postproducción que la enriquecen.

El problema es cuando nos paramos a pensar en si la película era o no necesaria. Entendemos que llegaba de sobra con el estupendo film del que eran responsables Gary Trousdale y Kirk Wise y no hacía falta llevar a cabo un remake poco más de quince años después, lapso de tiempo que coincide con el mínimo fijado por la compañía para relanzar sus clásicos. Entendemos, por tanto, que a pesar de sus atractivos, tanto visuales como musicales, se trata más bien de un producto de laboratorio, agrandado por la fortísima campaña de márquetin, pensado para extraer el máximo beneficio. La apuesta es segura puesto que sólo en el primer fin de semana la recaudación en Norteamérica rondaba el coste total de la producción, en torno a los ciento sesenta millones de dólares.

From → Cine

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