Rosalie Blum (**1/2)

Un peluquero de provincias se encuentra casualmente con una mujer, propietaria de una tienda den las afueras, a la que cree haber conocido anteriormente. Obsesionado,  comienza a espiarla, pero  cuando ella se da cuenta encarga a una sobrina que siga los pasos del hombre que no deja de vigilarla.

Después de varios guiones, Julien Rappenau ha dado el paso a la dirección con la adaptación del primero de los tres volúmenes del cómic creado por Camille Jourdy. Se trata de la historia de Rosalie Blum –Noémie Lvovsky-, cuya figura interesa a un peluquero local llamado Vincent Machot –Khyan Khojandi-. El argumento lo divide en tres partes. La primera se centra en el protagonista masculino, una persona con una vida rutinaria que pasa por atender el negocio, quedar con su mujeriego primo –Nicolas Bridet- , evocar una novia que se ha ido a París a la que no ve desde hace seis meses, y depender de su absorbente madre Simone –Anémone-.

Cuando su progenitora se empeña en comer un domingo cangrejo al limón, Vincent recorre el lugar buscando una tienda abierta hasta que llega a la regentada por Rosalie. Creyendo conocerla de antes, queda obsesionado con ella y empieza a seguirla. La espía por las calles, va al mismo pub que ella frecuenta y en el que bebe alguna copa de más. Incluso la vigila desde las afueras de su casa. Un día, cuando tiene decidido viajar a París para ver a su novia, recibe una petición de hora en la peluquería. Nada menos que de Rosalie Blum.

La segunda parte se centra en Aude Cerceau –Alice Isaaz-, sobrina de Rosalie. Una muchacha espabilada pero muy holgazana, que ha dejado sus estudios universitarios al tiempo que reniega de su burguesa madre. Comparte piso con un tipo surrealista, Kolocataire –Philippe Rebbot-, que no para de intercambiar animales para su número de artes escénicas. Tiene dos amigas, Cécile –Sara Giraudeau- y Laura –Camille Rutherford-, quienes le ayudarán en su aventura. Esta no es otra que el encargo de Rosalie de que espíe al hombre que no deja de seguirla desde hace días. Incluso le pide fotos para saber de quién se trata.

El desenlace se centra en el encuentro entre los dos protagonistas, a la que vez que cada uno de los personajes principales va desgranando su historia, que tiene mucho que ver con el pasado. Desde traumas infantiles a sucesos desgraciados que terminaron por afectarles desde entonces. El resultado, una comedia amable que fue nominada al César a ala mejor ópera prima y que se llevó en el Premio del Público en el Festival de Gijón. Sin embargo, en Francia no tuvo un buen arranque y tampoco consiguió levantar el vuelo. Tal vez, por un cartel promocional poco agraciado o por la figura tan poco agradecoda que muestra la protagonista femenina, quien no da un paso hacia lo atractivo hasta que no visita la peluquería de Vincent. No es óbice para que la interpretación sea correcta y creíble casi siempre.

Lo cierto es que las dos primeras fases del film son entretenidas. El enredo funciona y muestra momentos interesantes en los que fluye la carcajada. El problema llega cuando se aproxima el desenlace. El guion mete a los personajes en un auténtico laberinto del que es muy difícil salir sin una imaginación desbordante. En este caso, se ha optado por el camino fácil y la última parte desmerece de lo visto hasta entonces y rebaja el interés del conjunto.

El debut de Julien Rappenau es prometedor. El hijo de Jean-Paul Rappenau, que cosechó sus mayores triunfos con la adaptación de Cyrano de Bergerac, se ha mostrado como un escritor interesante y su paso a la dirección, con el punto de partida de la citada novela gráfica, no parecía una empresa fácil. Lo ha solventado con nota, mejor en la parte cómica que cuando la historia se aproxima al drama. Las secuencias en el apartamento de Aude son las más llamativas, aunque otras quedan debilitadas, como el simulacro de aquelarre que tiene lugar en el bosque.