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The Neighbor (*)

17 abril 2017

En Nuevo México, un hombre decide cumplir con un último encargo para un mafioso antes de marcharse con su novia y comenzar una nueva vida. Sin embargo, sus planes se van al traste cuando ella desaparece, al tiempo que observa que su vecino no es todo lo fiable que parece a simple vista.

La historia del cine está salpicada de malos vecinos, y el cuarto largometraje de Marcus Dunstan nos aporta uno más a esta galería de ciudadanos poco reconfortantes y nada ilustres. Después de un debut más que atractivo en 2009 con The Colletor, esperábamos más de este cineasta y también de su protagonista, Josh Stewart, pero da la sensación de que ambos se han quedado en el camino. Más en el caso del director, que en su faceta de guionista nos ofrece una historia sin aportaciones específicas y que detrás de las cámaras tampoco consigue envolver el argumento con imágenes atractivas o mediante un universo personal y diferente.

Stewart encarna a John, un tipo especialista en cambiar la matrícula de los vehículos con los que hace recaditos especiales para un mafioso, su tío Neill. Su idea es cumplir un último trabajo y marcharse lejos, presumiblemente a México, con su novia Rosie –Alex Essoe-. Con ese planteamiento, ya sabemos que se presentarán dificultades. Como quiera que viven en una casa aislada, el único que puede alterar los planes es un vecino, Troy –Bill Engsall- que da mala espina dese su primera aparición. La presencia de la oficial Burns –Jacqueline Fleming- al inicio del film da la sensación de que es para despistar, aunque luego mantenga una conexión definitiva en el desarrollo del argumento.

Entre mafiosos anda el juego, pero cada uno ejecuta sus malas artes de muy distinta forma. Troy, el vecino malvado, se afana junto a sus dos hijos, Cooper –Luke Edwards- y Harley –Roonie Gene Blevins-, de personalidad bastante inestable, en secuestrar jovencitas. Principalmente, de familia acomodada, como en el caso de Sarah –Melissa Bolona-, para solicitar un fuerte rescate. A ellos se ha de enfrentar el protagonista, cuando desaparece su novia, en un ambiente sórdido, alejado de la mano de Dios, y en el que la mencionada policía se pone del lado de unos villanos encabezados por un personaje que no posee la trascendencia y el porte que se le debe exigir a un antagonista de este tipo.

Puede entender este film como una consecuencia de The Collector. Cualquiera podría pensar que es más de lo mismo, entendiendo que se trata del mismo autor, idéntico protagonista y un par de argumentos que poseen muchas concomitancias, pero hay diferencias constatables. La más elocuente es el mínimo gore en la relación con la primera, si comparamos ambas producciones. Además, la música pop con la que se pretende alejarse de propuestas más ortodoxas del género, tampoco consigue su propósito.

La idea original no da para mucho recorrido. Incluso, los ochenta y siete minutos de duración, a los que se llegan por el excesivo ritmo lento y prolongados silencios, parecen demasiados. Tampoco ayuda el entorno en el que se desarrolla la acción, con sótanos convertidos en celdas y una serie de túneles que parecen existir para mitigar la falta de inspiración en el desarrollo. En ese sentido, la cinta es mucho menos de lo que parece y se queda en todo momento en un quiero y no puedo debido a que los personajes no están definidos, especialmente el del tío Neill –Skipp Sudduth-, y no terminamos de aceptarlos plenamente.

Las caretas a la que son aficionados los tres malévolos secuestradores parecen un añadido para buscar un cartel publicitario llamativo y adentrar un poco más a este largometraje en el género de terror, lo cual es bastante discutible, puesto que encaja mejor en el del thriller. Otro aspecto escasamente convincente es la explicación de la afición a las armas por parte de la malvada familia, y que tiene que ver con la caza. La explicación resulta coherente, pero su desarrollo es mucho menos aceptable.

From → Cine

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