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Una policía en apuros (Raid dingue) (*1/2)

10 junio 2017

Una joven tiene una obsesión desde que era pequeña: ingresar en los cuerpos especiales de la policía. Ha probado varias veces, pero sin suerte hasta que es admitida como recluta. Pero ella, todo lo que tiene de brava lo tiene de torpe. Además, su instructor ha recibido órdenes directas de sus superiores para hacerle la vida imposible.

Tenemos claro, al menos en estas latitudes, que Dany Boon es el nuevo rey de la comedia francesa. Después de cuatro largometrajes anteriores como actor, coguionista y director, incluido Bienvenidos al Norte, ya tiene experiencia detrás de las cámaras para asegurar que las situaciones cómicas van a resultar lucidas. Seguramente, haber trabajado a las órdenes de Julie Delpy le ha proporcionado nuevos matices, especialmente en las situaciones más dramáticas, que ahora consigue salvar con un mayor decoro.

En cuanto al argumento, da lo mismo. Lo que importa son las situaciones, los chistes, las gracietas. Si no somos demasiado exigentes, pasaremos el rato, pero quienes hayan seguido la carrera de este artista notarán que no hay nada nuevo en este film que no se pudiera encontrar en los anteriores. Es como si mezclase los trabajos precedentes en una batidora y les lavase la cara para obtener el mismo perro con distinto collar. La principal novedad es que él da un paso al lado para ceder el mayor protagonismo a su compañera, una sobreactuada y desesperante Alice Pol, quien debutó en un largometraje a su lado en 2012 y a la que llamó para ser su pareja de baile en su anterior largometraje como director, Supercondríaco.

Alice Pol encarna a Johanna Pasquali, una joven que tiene entre ceja y ceja desde pequeñita convertirse en la primera mujer que forme parte del RAID, cuerpos especiales de la policía francesa. Después de varios intentos, su padre –Michel Blanc-, y Ministro del Interior, pide veladamente, con la aquiescencia del novio de la muchacha –Patrick Mille-, que la admitan como recluta pero que le hagan la vida imposible para que abandone. El encargado de la instrucción es Eugène Froissard –Dany Boon-, que no tarda en comprobar que Johanna pone tanto interés como torpeza muestra en sus actos.

Hasta ahora, se le han encomendado tareas fáciles, que ha sacado adelante casi por casualidad, nunca por su pericia. Sin embargo, su amor propio y su obsesión por conseguir el objetivo propuesto son tantas, que termina graduándose para formar parte de una peligrosa misión, junto al propio Eugène, en la que tendrán que desbaratar los planes de atentados contra el gobierno por parte del loco Víctor, personaje que permite lucirse a Yvan Attal, quien dirigió a Boon en una comedia muy desigual estrenada hace ahora un año.

Con ese argumento cualquier espectador puede imaginarse lo que sucede en la pantalla. Primero, asistimos a la torpeza de Johanna, después a las zancadillas que le ponen para que no forme parte de los RAID, luego la exaltación del villano de turno, acompañado por el romance lógico. Así es esta producción en la que lo único que nos resta por conocer es el cómo se llevan adelante los anteriores postulados. Pero tampoco nos llevamos sorpresas. Boon coge el testigo directamente de un Pierre Richard ya casi olvidado fuera de Francia y asume que tiene que poner caras y rozar el ridículo más de una vez para conseguir el propósito de que los espectadores sonrían y pasen un buen rato alejados de sus problemas.

Si el listón no lo ponemos más alto, el objetivo está cumplido. Por nuestra parte, lo que más valoramos es la incursión, aunque sea bastante tangencial, en un terreno tan resbaladizo como es el del terrorismo si tenemos en cuenta la ola de sucesos que han afectado a Francia en los últimos meses. Se toca el asunto con eficiencia y dignidad, sin caer en una molesta parodia ni en el chauvinismo. Lo demás, parece un déjà vu en el que la historia, la dirección y los personajes luchan contra viento y marea por parecer lo más originales posibles. No lo consiguen casi nunca.

From → Cine

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