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Una noche con mi ex suegro (All Nighter) (*)

29 junio 2017

Un padre que tiene desatendida a su hija se presencia en casa del ex novio de ella esperando que le proporcione noticias de su paradero. Los dos hombres se pondrán en marcha, rebuscando por todos los rincones de la ciudad, para encontrar a la chica. Su posible animadversión mutua se convierte paulatinamente en amistad.

El título original de este film de Gavin Wiesen significa algo así como noche en vela y se trata de una propuesta basada en el hecho de dos personas antagónicas que deben afrontar una serie de peripecias hasta romper el alba. Lo habitual es que se trate de una comedia, y ejemplos de este tipo lo hemos visto de forma continuada, desde universitarios que coquetean con el alcohol y las drogas, hasta situaciones a las que se llega casi por casualidad, y que tuvieron su eclosión en los ochenta. Ahí están ejemplos como en el caso de !Jó, que noche!After Hours, 1985-, de Martin Scorsese, o Cuando llegue la nocheInto the Night-, que dirigió John Landis tres años antes.

Tras unas vistas de Los Ángeles conocemos a Martin –Emile Hirsch-, que se dirige a un restaurante en compañía de su novia Ginnie –Analeigh Tripton- para conocer a Frank Gallo –J. K. Simmons-, el padre de ella. La reunión es un desastre para un joven que toca el banjo en una banda de bluegrass. Mr. Gallo es un tipo que impone. Serio, adusto, recién llegado de un lugar exótico, lo mismo puede ser un agente de la CIA que un traficante de armas; o dedicarse a su verdadera actividad como conseguidor de distintos productos para distintos gobiernos.

Seis meses después, Frank se presenta en casa de Martin con la intención de reencontrarse con su hija. No contesta a sus llamadas y tiene lleno el buzón de voz. Desgraciadamente, la pareja ha roto hasta varias semanas, pero el chico le da pistas de donde puede encontrarla por lo que el empresario le conmina a que le muestre el camino. La primera parada es en casa de una estrafalaria pareja, compuesta por Roberta y Gary –Kristen Schaal y Taran Killam-, sin resultados positivos. Luego se encuentran con Lois –Shannon Woodward- y posteriormente con Kip –Henter Parrish-, dos de una serie de personajes disfuncionales que desfilarán a lo largo de una producción que aporta muy pocas novedades al género.

Los diálogos no son referentes y ninguno de los roles aporta detalles significativos aparte de los manidos escarceos con el alcohol y las drogas, alguna que otra pelea poco interesante y una concatenación de situaciones forzadas que desembocarán en la desidia. A mitad de la noche, pierdes interés y deseas con todas tus fuerzas que salga el sol y se acabe la historia. Para colmo, no falta otro de los tópicos de este tipo de apuestas, cuando los personajes centrales se sinceran. La noche es cómplice y de la indiferencia entre Frank y Martin se pasa a la esperada amistad, como en Mejor solo que mal acompañadoPlains, Trains and Automobiles, 1987-. El padre se acusa de no haber atendido a su hija como era debido, mientras que el joven sigue enamorado de ella, a la que tampoco complació como debiera por el temor a que se hiciera realidad lo que decían las personas de su entorno: que era mucha chica para él.

Con temas musicales eclécticos, los dos actores que encabezan el reparto hacen lo que pueden para sacar adelante sus respectivos trabajos. Emile Hirsch cumple con este tipo apocado, agobiando por las circunstancias. J. K. Simmons es otra cosa. Desde que ganó el Oscar por Wiplash -2014- parece que todos le buscan para que repita el personaje. Lo mismo da que sea el gerente de un restaurante que un padre inmisericorde. Todos sus papeles son semejantes. Tipos duros que parecen haberse tragado un sable, lo que refuerza con su voz profunda y grave.

Eso no quita para que al bueno de Simmons se las hagan pasar canutas o le lleven hasta unas situaciones que salva gracias a su experiencia y profesionalidad. En este caso, le visten con una camiseta rosa y le ponen en la mano una pistola-consolador. Sale airoso. Ni siquiera permite que el público se ría de él ni de lo que representa. Se exhibe sacando partido a un Frank Gallo apenas trascendente. Con él, todas las buenas intenciones que pudiera apuntar esta producción se quedan en el limbo. La comicidad pierde toda su fuerza con la retahíla de encuentros y desencuentros con una serie de tipos llevados al límite pero que se han dejado la gracia en los camerinos.

From → Cine

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