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Los últimos años del artista: Afterimage (Powidoki) (**1/2)

3 julio 2017

Los últimos años del artista: Afterimage: El remanente visual Wladyslaw Strzeminski es uno de los artistas vanguardistas más importantes del continente. La película se centra en sus últimos años de vida, cuando estaba aquejado de tuberculosis, y en el enfrentamiento que tuvo con las autoridades comunistas para expresarse libremente, lo que le llevó a convivir con la miseria. Candidata al Oscar a la mejor película de habla no inglesa, el nonagenario Andrzej Wajda ha completado por fin un proyecto que le andaba rondado desde hace varios lustros. En principio, la idea consistía en mostrar las relaciones nada convencionales entre Wladyslaw Strzeminski y su esposa, Katarzyna Kobro. Ambos eran oriundos de Rusia pero estaban asentados en la localidad polaca de Lodz. La empresa, aparentemente demasiado compleja, derivó en un relato sobre la última época del protagonista, cuando daba clases en la Escuela de Arte. La influencia de su obra queda marcada por su libro La teoría de la visión, y el seguimiento a ultranza de sus propuestas por parte del colectivo a.r. Wajda, que a lo largo de su filmografía se ha mostrado todo lo crítico con el régimen comunista que le permitían las circunstancias históricas, ha encontrado en este biopic la forma de representarse a sí mismo mientras habla de Strzeminski, amparándose en el mayúsculo ejercicio interpretativo de Boguslaw Linda. Después de denunciar las atrocidades cometidas por los soviéticos en Katyn y de recuperar la figura de Lech Walessa, se ha topado con un vehículo mucho más agradecido y cinematográficamente mejor construido que su propuesta sobre el líder del sindicato Solidaridad. De inicio, le encontramos en su casa intentando pintar cuando toda la habitación se tiñe de rojo a causa de enorme retrato de Stalin que él se encarga de rasgar para gozar de la luz natural. Como le dice un alto comisionado político, se encuentra en una encrucijada y deberá tomar partido en una u otra dirección. Sin embargo, Wladyslaw Strzeminski se muestra firme en sus convicciones, las mismas que explica a sus alumnos. El arte impulsado por el Kremlin solo es viable si ensalza al régimen o a los trabajadores, pero el artista nacido en Minsk tiene una idea más personal y consecuente. Afterimage. El título se refiere al eje fundamental de su creencia artística. Vemos una imagen y cuando quitamos los ojos de ella, lo que queda en nuestra retina, los colores que reposan, es la verdadera esencia de lo que debe plasmar un artista. Es el remanente, las ilusiones ópticas que continúan bajo los párpados después de haber mirado cualquier objeto que refleje la luz. La segunda secuencia nos lo muestra en una escena campestre, a la que llega Hania –Zofia Wichlacz-, ferviente admiradora, que se sorprende al ver que a Strzeminski le falta una pierna y un brazo. No ha hablado nunca de ellos con sus alumnos, seguidores fervientes de sus ideas y que se agolpan todos los miércoles para escuchar sus charlas. Probablemente, fue consecuencia de su participación en la Primera Guerra Mundial. Una vez que conocemos al personaje y su punto de vista, asistimos a su degradación personal. Su esposa –Aleksandra Justa- fallece y sus bienes son incautados. El protagonista ha de vivir de alquiler y los esfuerzos de la producción se centran en mostrarnos la relación del personaje central con su hija pequeña –Bronislawa Zamachowska-, probablemente el personaje más interesante del film al margen del pintor, y con el prestigioso poeta Julian Przybos –Krzysztof Pieczynski-. Sus críticas al Ministro de Cultura y su postura de no acatar las órdenes de la dictadura comunista le valieron el ostracismo. Apartado de sus clases, tuvo que buscar refugio en oficios marginales que apenas le producían beneficio a causa de sus impedimentos físicos. Nuevamente, Wajda se muestra sólido tanto en la puesta en escena como en un montaje sin aparentes fisuras. Su relato íntimo, pero monótono, queda subrayado con la misma pereza por una banda sonora que minimiza esfuerzos. La fotografía no se muestra uniforme y la historia llega a ser más fuerte por la personalidad de su protagonista que por el guion en sí. No hay profusión ni detalles significativos de la obra de Strzeminski, y el proyecto se centra fundamentalmente en su postura con respecto al arte y en su tozudez para mantenerse íntegro a pesar del alto precio que hubo de pagar. Demasiada reiteración en un par de ideas que quedan claras desde el principio. La secuencia en la que rebaña con su lengua los restos de un plano de sopa es de lo mejor del film.

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