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Jacques (L’Odyssée) (***)

13 septiembre 2017

Después de su irrefrenable ascensión, Jacques Cousteau estaba técnicamente en la bancarrota  cuando se le ocurrió adentrarse en la Antártida con su viejo Calypso. Por entonces, la relación con su hijo Philippe no pasaba por su mejor momento debido a las diferencias de criterio sobre sus aventuras marinas.

La figura de Jacques Yves Cousteau, identificada por su sonrisa y su gorro rojo, no sale precisamente muy airosa a la vista de este biopic firmado por Jérôme Salle, un cineasta que ha echado el resto sabedor de que se enfrentaba a un proyecto ilusionante y ganador. Al margen de diferentes entrevistas personales y de indagaciones varias, se basó principalmente para escribir el guion en los textos de Albert Falco y del propio hijo del explorador, Jean Michel Cousteau. El film nos muestra a un hombre mujeriego, ególatra, megalómano y amigo del reconocimiento público. A cambio, esgrimía una innegable pasión por conseguir su propósito, su amor por la oceanografía y su inteligencia visionaria.

Aun a pesar de haber profundizado en las intimidades de la familia, hay muchos puntos discutibles de acuerdo con la realidad en la exposición de la historia, que nos presenta a un protagonista que, cerca del medio siglo de vida, decide cambiar su carrera militar por seguir la llamada de la exploración de los fondos marinos. Después de haber pertenecido a la aviación, un  accidente de tráfico le imposibilitó para volar. Fue entonces, junto a Philippe Tailliez –Laurent Lucas-, cuando desarrolló la escafandra autónoma para sumergirse a profundidades a las que no se llegaba con la apnea y con una mayor libertad de movimientos que la permitida con un traje de buzo.

Jacques Yves –Lambert Wilson- embutió a su esposa Simone Melchior –Audrey Tautou- y a sus hijos Jean-Michel y Philippe la pasión por el buceo hasta que decidió establecerse por su cuenta gracias a las joyas de la familia empeñadas por su mujer. Llegó a tener hasta 150 empleados en su empresa, con dependencias en distintos países, ya fuera con departamentos dedicados a la investigación o a la construcción de sus visionarias ideas, encaminadas a encontrar la forma en la que el hombre pudiera vivir bajo el agua y regresar con ello a sus fuentes más primigenias.

Con Jean-Michel –Benjamin Lavernhe- se distanció pronto y con Philippe –Pierre Niney- no hubo entendimiento desde que se enamoró de Jan –Chloe Hirschman- y comprobó que los fondos marinos habían perdido la mayor parte de su potencial biológico debido a la contaminación y a las capturas por parte del hombre. Para entonces, el cabeza de familia era reconocido en todo el mundo. Conseguía la financiación necesaria gracias a su don de gentes y a su ilusión, apoyado siempre por el incondicional Bébert Falco –Vincent Heneine-. Había ganado La Palma de Oro en el segundo festival de Cannes junto a un Louis Malle que se obvia en la historia, y se divertía con sus amantes, principalmente con la que sería su segunda esposa tras quedarse viudo y que le daría dos hijas fuera del matrimonio, lo que no se menciona en la película.

Cuando, en una especie de canto del cisne, decidió viajar a la Antártida con el viejo Calypso, el barco que constituyó el epicentro de su vida profesional, Philippe decidió unirse a la expedición sabiendo que era una oportunidad única. Fue el punto de inflexión para el protagonista, previo a la desgracia familiar. Aunque en el largometraje se inculpa al hijo pródigo como el determinante en el giro de Jacques Yves hacia la ecología, lo cierto es que una década antes, en 1960, se opuso públicamente a que se descargase en el mar un importante contingente de residuos radioactivos.

Cinematográficamente, la película almacena muchos méritos. Jérôme Salle se luce con las imágenes submarinas y muestra algunos planos imaginativos. Se apoya en un reparto consistente y la historia funciona hasta la parte final, salvada en buena parte por las imágenes de la Antártida y la visión de algunas sorprendentes colonias de animales.  En esa parte, el desarrollo se centra igualmente en el drama familiar y lastra el buen ritmo que hasta ese momento dominaba la pantalla. A veces, a la propuesta le falta calma y en otras camina de forma apresurada. No empaña ese desequilibrio un conjunto compacto que combina la comercialidad y la calidad, resintiéndose ésta por culpa de aquella.

From → Cine

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